jueves, 8 de mayo de 2014

Los ocultos motivos del silencio - Jesús Ademir Morales Rojas




Esa tarde, Citlali y Nadia ingresaron al ascensor del antiguo edificio, tal y como todos los días. No era algo cómodo para Citlali, porque Nadia con su charla interminab ...le alteraba su temperamento introspectivo. De pronto, casi a la mitad del descendente recorrido, se presentó una alteración en la energía eléctrica. Las lámparas del ascensor comenzaron a cintilar y luego de un gran sobresalto, la cabina se detuvo.
Ambas pasajeras, estremecidas de alarma, se quedaron mirando bajo la incierta y tenue luminosidad de los focos de emergencia.
Su rostro parecía distinto a causa de los juegos de luz y el espanto.

DisTiNto.

***

Pasó mucho tiempo: al principio se mostraron ajenas al percance, como si al restarle importancia este pudiera desaparecer. La demora del percance comenzaba ya a importunarles, pero ninguna de las dos parecía querer aceptarlo. Sin embargo, Nadia comenzaba a mostrar grietas en su entereza: su facilidad de charla vana se acentuó. Citlali estuvo a punto de cubrirse los oídos, ante el torrente de comentarios sosos que más parecían un medio de evasión de aquel cautiverio. Pronto, este discurso atropellado derivó en clamores de auxilio y golpes en contra de las paredes metálicas del ascensor. Al poco rato, Citlali se contagió de esta actitud de angustia. La cabina del ascensor, se trasformó en un pequeño manicomio. Pero todos los gritos fueron infructuosos. No mucho después yacían ambas tumbadas en la alfombra del ascensor, sollozando amargamente, como niñas pequeñas y extraviadas.
………pasó el tiempo……………………………………………………………………..

***

¿Sabes? me parece que algo grave se ha suscitado allá afuera.
¿…?
Yo creo que ha habido un atentado en contra del edificio, alguna tragedia horrible ha sucedido y nosotras hemos quedado atrapadas aquí. Quizá pasen días antes de que alguien pueda ayudarnos, ¿Te imaginas? ¿Qué vamos a hacer? Qué…
Y de nuevo más ataques de llanto y agitación.
Esta escena se repetía varias veces, pero pronto hasta eso dejo de servir como medida para calcular el paso del encierro.
Luego sólo quedaron los latidos: ********************************************
************************** pero a la larga el tedio y la sofocación fue adueñándose hasta de esto, hasta de eso, hasta de, hasta

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Cuando despertó por un instante, Citlali notó como el dial de señalamiento de los pisos del ascensor subía y bajaba…Nadia yacía tumbada frente a ella y la miraba con fijeza enfermiza. Lo incomodo de esa contemplación, la luz vacilante y el vertiginoso movimiento de un ascensor que se suponía estropeado, le hizo voltear cansinamente la mirada y retornar al negro marasmo de su conciencia.

***

Oye…
Oye pequeña…
La despertaron las caricias suaves pero ansiosas de Nadia. El ascensor volvía a estar inmóvil y escasamente iluminado. Su compañera de cautiverio le frotaba las piernas con delectación.
Citlali sintió una honda pena por ambas, una inmensa tristeza, que la impulsó hacia el abrazo de Nadia con desesperación. Pronto se abandono a aquellos besos mustios, y fueron una solamente, en aquel espacio silencioso.

***

(¿Y si nunca hubiéramos salido verdaderamente de aquí? ¿Y si todo lo que hemos vivido afuera no hubiera sido sino un sueño? ¿Te imaginas? ¿Te imaginas? ¿Puedes hacer eso?)

***

Cuando despertó por un instante, Nadia notó como el dial de señalamiento de los pisos del ascensor subía y bajaba frenéticamente…Citlali yacía tumbada frente a ella, dormida; lo incomodo de su encierro, la luz vacilante y el movimiento vertiginoso de un ascensor que se suponía estropeado, le hizo voltear cansinamente la mirada para retornar al negro marasmo de su conciencia… pero no se lo permitió un acontecimiento extraordinario: al llegar al tope de los pisos superiores el ascensor se detuvo y la puerta se abrió lentamente: Nadia contempló una lejana extensión de nubes azules y vetas de luz diamantina que se extendía hasta lontananza. Un castillo de cristal puro esmeralda, se dejaba ver sobre un grupo de cúmulos. Y un grupo de hombres enormes con batas verde pastel, y con máscaras de cráneos de animales, se asomaban dentro del ascensor para verle. Todos cantaban- con voces extrañamente blancas, infantiles- un motete de melodía inconcebible, pronunciando al revés cada palabra de él. A la señal de uno de los hombres- que llevaba una grotesca máscara de cráneo de cerdo- todos callaron, sólo el rumor de un viento lejano y áspero se dejaba sentir.
El enmascarado le dijo entonces con su voz de flauta:

Tú nunca saldrás de aquí. Porque para que salgas tienes que quedarte dentro. Nunca olvides que el fuego camina contigo, siempre, hasta el final.

Y entonces se llevó la mano, de canto, hacía el centro de su rostro oculto. Y lo fue bajando lentamente. Mientras, todos los demás seres emitían un chillido tan agudo, que Nadia se tapó los oídos y gritó para acallarlo en su propia mente, hasta que se derrumbó desvanecida.
Los extraños seres seguían chillando, cuando la puerta del ascensor cerró.
Luego, no más.

***

La despertó un extraño sonido: la luz deliraba en efectos estroboscópicos, mientras su compañera que se revolvía frenéticamente contra un cuerpo desconocido y musitaba frases de alarma en una lengua ignota o como si las pronunciara séver al. Ella quiso ayudarla, pero la furia con la que eso la estrellaba-contra-las-paredes //////*///////*////////*////////*//////*///////// le impidió que pudiera era era algo pavOrOOOOOOsOOOOO pensó que un horrihombre se había intrrrroducido al ( )mientras dormían y ahora quería des---tro---zar-----las a ambasamabas y ella abrió la bOca para bramar por el dooloor de verse rasssssssssssgada y ella gritoauauAUAUAUAU se tapó el rostro IIIoIII con las manos terrotrémulas y el díal 103102101100999897969594…ylasangreyeldolorylafuria y*y*y*y*******OOOOOOOOOOOOOOOOOOO…………...............

***

El ascensor llegó a la planta baja.
Las puertas se abrieron lentamente.
Ella salió con calma de allí, y abandonó el edificio rumbo a la calle, para seguir con su vida normal.
Las puertas del ascensor se cerraron de nuevo.

Silencio

Acerca del autor:  Jesús Ademir Morales Rojas


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