domingo, 16 de marzo de 2014

La fiesta de homenaje - Héctor Ranea




—¡Bueno basta, no tengo por qué explicarle más nada! Dije que no y es ¡no! Capisci? (en italiano en el original) —se exaltó Ubaldo Poe, empresario gastronómico.
—Pero señor Ubaldo, con todo respeto —insistió Gariboxi, el dueño del emporio del panqueque—, si nos retiramos de esta, perdemos un negocio, me atrevo a decirlo: universal, ¡cósmico!
—¡Mentira! —increpó Ubaldo alargando innecesariamente la i como para enfatizar su ira—. Decimos siempre que sí ¿y qué logro? ¿qué conseguimos? —se corrigió—. Apenas mendrugos en la gran cena galáctica... ¡Déjenme de mostrar quimeras como si fueran utopías!
—¿No le parece haber ganado suficiente con las anteriores versiones de esta fiesta?
—Mire. El dinero es lo de menos. Pero conseguir la vajilla para reponer la que estos bárbaros destruyen e mangiano! (en italiano en el original) me incazza (en italiano en el original).
—¿Y cómo quiere que coman? —se mostró perplejo su interlocutor.
—¡Que no se coman mi vajilla! —se descompuso Ubaldo—. Pero es aún peor, cazzo! (en italiano, etc.) se comen los cubiertos, los manteles, las cortinas, las mesas pero bueno, son cosas, las repongo si me dan el dinero. ¿Pero sabe cuánto me cuesta reponer los mozos, cocineras y cocineros de Arcturus-31, los que tienen siete brazos? ¿Tiene idea usted de cuánto me cuesta! ¡Claro! Ustedes sólo piensan en homenajear a estos mascalzoni! (en italiano, etc.) Pero después tengo que mandar emisarios hasta allá para traerme algunos voluntarios y todo a costa mía. Capisci? ¡Mía!
Gariboxi tuvo que admitir tragando un poco de saliva muy espesa. Muy espesa.


Acerca del autor:  Héctor Ranea

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