La burbuja se abrió y Galíndez cayó arriba de la mesa, sobre la comida. Para cuando se sacó los restos de ectoplasma de la cara e intentó pararse, la alarma chillaba a toda máquina. Después de unos segundos emergió el droide de apoyo. Corrieron buscando la sala de control y se perdieron justo antes de llegar a las dársenas de despegue.
—¿Cómo que no te acordás por donde hay que ir? —dijo Galíndez—. Es imposible. Chequeá de nuevo.
—Pudo haber sido la burbuja temporal. Es la primera vez que me envían a través del túnel. Soy clase cinco.
Los pasillos del complejo militar marciano se llenaron de guardias y el droide hizo un crujido que a Galíndez le pareció familiar: le recordó a los juguetes a fricción de su sobrino. Augurio malo.
—Clase cinco —vaticinó Galíndez—. Entonces podés resetear la misión.
—Eso va a tomar veinte minutos.
—¿Qué? En veinte minutos nadie se va a acordar de nosotros. ¡Reprogramá, es una orden!
Galíndez empezó a disparar su phaser y los guardias del complejo fueron cayendo uno a uno, mientras formaban una pila de heridos. Una montaña que se movía.
—5% y actualizando... 7% y actualizando...
—¡Incrementar prioridad! —le gritó el sargento. Los rayos de su arma siseaban dejando hilos de vapor que después desaparecían.
—Mis núcleos se pueden tildar. Negativo. No es una opción viable. 9%... 11%...
Un guardia marciano saltó por sobre la maraña de muertos y se desplomó a unos metros del droide. Galíndez halló odio en su mirada. Ahí fue cuando supo que la misión peligraba; de ser así, las hordas marcianas tendrían la ventaja militar de despegar con anterioridad, y eso se traducía en un desastre terrestre.
El sargento agarró al droide por el cuello y lo arrastró hasta una esquina. Cayeron al suelo y se cubrieron las espaldas con la pared. El phaser se descargaba muy rápido y las milicias avanzaban vertiginosas.
—20% y actualizando.
Tres días antes.
—Está en sus manos, Galíndez — le dijo un general de cuatro estrellas—. De tener éxito, los batallones van a poder entrar en órbita.
—Sr. Los cruceros entrenan a los mejores soldados. Solicito que el apoyo esté avalado por los navíos del cuadrante estacionario. Ellos hicieron ésto antes.
—Vas a tener todo el apoyo necesario, Galíndez. Un droide te va a acompañar —se sentó—. Es clase cinco.
—¿Clase cinco? Santo dios. Creí que en el transcurso de mi vida nunca podría ver uno.
—Todo va a salir bien, sargento. No se preocupe. Las empresas privadas chinas nos apoyan.
Acerca del autor: Cristian Cano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario