martes, 29 de octubre de 2013

De algunas líneas de fiebre a algunas líneas sembradas – Héctor Ranea


—A Fesor lo siguió Feta, que vino de un Nombre, que salió de una Greso, quien fuera hija de un Ceso. De Feso salió Ceso y aquel de Verbio, el santo, quien fuera engendrado por Crastinar y Fundo.
—¡Ufa, Feta! ¿Me quiere decir dónde termina el hilo?
—El hilo se termina en Crear que nació de un Gutiérrez, pero antes déjeme decirle que...
—¡No lo dejo nada! ¿Será posible que cada vez que le pido que me planche un microcuento, me salga con una novela?
—Está a punto de caer en una metáfora, Fesor. Tenga mano o se inclina derecho a la familia de Clive, el desviáu, como le decían en los pagos de Chapaleuquén, más precisamente en el bar del Payo Florio, donde dicen que cantó una vez Carlitos, disfrazado de gaucho menguante.
—¡Gaucho cuántico! —exclamación seguida de un aplauso por Fesor.
—Cuánto gaucho querrá decir, Fesor. No se me equivoque que acá o se anda por la línea hiperfina o lo comen los tordos albinos.
Kafka se retorcía en Praga, en el cementerio de Praga, pero eso ni a Fesor ni a Feta les importó un reverendo bledo infinitesimal.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

2 comentarios:

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Corresponde vincular este cuento con el anterior del autor, en el que se visita la posibilidad de que el mismo (Ranea) escribe estas cosas bajo los efectos de alguna actividad química o sísmica. Uno y otro, geniales, para mi gusto, al menos.

Ogui dijo...

Gracias, desde ya y desde acá. Me tienen preso con cismas y sismas de diversa índole. Le agradeceré a Feta y a Fesor sus opiniones de usted, que para eso hay conexión. Internet, ni ahí. La fiebre en la novela mal planchada es siempre un sinónimo de trama dislocada.