El escritor Kirlian Josephson tenía, además, habilidades de constructor. La prenda que se considera la última que construyó tiene forma de corpiño y fue realizada con primor y delicadeza tales que se piensa que estuvo sumamente enamorado del lugar donde irían a localizarse las tazas del mismo. Tan enamorado que cobijó el área de los pezones con una tela de tecnología que aún se está estudiando y que realza la hipótesis de que K-J tenía una suerte de entrenamiento en la nigromancia o algo similar, de resultas del cual podía tejer con nano-hilos de oro que conformaban lo que debía él considerar una cuna deseable y merecida para tales partes. Se sabe, los hombres no pueden entender la sensibilidad de esas áreas, en particular él, que carecía de las mismas.
No estamos seguros de que la prenda en cuestión fuera alguna vez usada por Ariabella o por mujer alguna, ya que también circula como verdad irrefutable que el nido para los pezones fuera tejido por una araña lobo. La prueba aparentemente decisiva estriba en que la biblioteca de Kirlian se encontró infestada de dichas arañas; sin embargo, estoy en condiciones de asegurar que la función de las mismas era la de censurar ciertos libros en ciertas épocas, tejiendo fuertes cierres o la de ayudarlo a tejer las tramas de sus historias aunque, se sabe, a veces las arañas lo hacen tan rápido que, lejos de ayudarlo al pobre K-J, lo apabullaban con su imaginación (¡claro, las arañas lobo tienen al menos ocho ojos!) y lo frustraban. Por último, las arañas tejían muy mal con oro, apenas habían alcanzado el nivel de un papel de lija suave para quitar la tinta de calamar en caso de que K-J quisiera reescribir sus propios palimpsestos, cosa a la que también era aficionado, con el objeto de reinventar su vida amorosa.
Sutil, llegó hasta él esta bendición de armar los corpiños de Ariabella aunque ella, desdeñosa, se negase a usarlos. Me tocó ver una vez al corpiño que desde dentro parecía deformarse tomando la forma que tomaría al ser apretado por dedos fervorosos. Un genio, Kirlian Josephson.
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Héctor Ranea
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