Todo esto me resultaba difícil pero no extraño, muchas veces había comenzado y terminado proyectos laborales y personales en mi vida. Ahora emergía la distancia como novedad, pero se imponía necesaria.
Hacía un par de semanas, estaba en mi departamento un viernes a la noche y después de preparar mi cena, decidí ver una película, recuerdo que no hice demasiado zapping ya que me encontré con “Perfume de mujer”, una película que hacía mucho había visto en el cine y me había impactado la actuación de Al Pacino.
Ocurre en la película, que Frank (Al Pacino), se encuentra en el restaurante del hotel antes de cenar y allí invita a bailar el tango a una hermosa mujer, luego de bailar vuelve a la mesa junto a su acompañante y realiza esta sorprendente comparación entre el tango y la vida: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida, es sencillo. Eso es lo maravilloso. Si uno se enreda o se equivoca, sigue bailando".
Inesperadamente algo me ocurrió, no sé si encontraré las palabras para explicarlo. Surgió en mí una necesidad de “desapego”, pero no era emocional, era hacer lo necesario para generar un acto que marcara un antes y un después, que dejara una impronta singular en mi vida, como nunca antes, que diferenciara “vivir” de “pervivir”. Debía dejar de estar enredado, seguir bailando.
Y así me lancé, ese día, a la jornada incierta que con trayectos de espíritu y de materia amo y elijo, como los cafés bajo la luna suburbana de mi hermoso San Isidro.
Acerca del autor: Hernán Gonzalo Pérez Guzmán
No hay comentarios.:
Publicar un comentario