dedicado a Héctor
Vasconcelos Serpa
Juliana vivía en una vieja casa a
orillas del río Das Velas. No se sentía grande, especial o
importante. Le bastaba con ser ella misma. La suya era una existencia
monótona y solitaria que no tenía fin y se desarrollaba en un
paraje frío y brumoso. Durante el día cazaba y comía las bestias
silvestres de ese lugar o la fruta que pendía de los árboles. Por
la noche, simplemente dormía.
En la mayoría de los casos, el sueño
significaba un gran vacío oscuro solo interrumpido por el amanecer.
Pero había momentos en los que soñaba, siempre el mismo sueño...
Soñaba con el terrible pasado de guerras y matanzas y con el arma
más terrible que hubiera sido utilizada jamás. En el sueño veía
una gran bola de fuego cuyo fulgor asesino, su brillo que no se
extinguía, se llevaba consigo a toda la humanidad.
Y entonces, soñando, asistía a la
extraña conversación que sostenían dos hombres.
—¿Qué es esto, Anatole?
—Se trata de una simulación virtual,
Andrej, un pequeño mundo artificial que solo existe en el entorno
virtual de la computadora.
—Pero ¿por qué este escenario?
—Realmente no lo sé. Supongo que se
trata de un error del programa. Imaginé una docena de escenarios, la
mayoría de ellos mucho más gloriosos que este, pero siempre
terminaban decantando hacia el que estamos viendo, y no se puede
modificar.
—Si es un error deberías arreglarlo.
—Me temo que ya no queda tiempo,
Andrej. Estoy siguiendo las conversaciones de los políticos. Están
locos; usarán el arma en cualquier momento, sí, esa que hemos
construido después de... Es tan horrible. Estoy muy de asustado.
¿Cómo hemos llegado a algo como esto? Destruir el mundo... Nunca me
imaginé...
—Anatole, fuimos necios y ambiciosos,
nos dejamos llevar por promesas de gloria y dinero. Pero prefiero no
hablar de ello. Si no hay remedio, prefiero no perder el poco tiempo
que me queda pensando en eso. Acerca de la simulación, ¿qué hay de
la chica?
—Sí, es hermosa, ¿verdad?
—¡Magnífica! ¿Utilizó a alguien
real como modelo?
—Lo creas o no, me basé en una novia
que tuve hace tiempo, cuando vivía en América del Sur. Y le puse a
mi simulación el mismo nombre que tenía el original: Juliana.
—Anatole, te estás convirtiendo en
un viejo nostálgico.
—Puede ser.
—¿Y ella es consciente de que es
solo una simulación, un entorno realidad virtual?
—Oh, no. Juliana cree que ella y su
mundo son tan reales como tú y yo. Ah, y es tan inteligente y
sensible como cualquier ser humano. Cuando la humanidad se extinga
ella será último legado.
—Una obra de arte; ¡que pena que
termine siendo destruida por el colapso de la civilización!
—No, Andrej. Sé que suena difícil
de creer, pero creé este equipo y esta simulación virtual para que
sobrevivan y puedan seguir operando, al menos en teoría, para
siempre.
—Si has logrado algo como eso, es una
hazaña impresionante. Mis felicitaciones.
—Gracias ... Espera. Un mensaje en mi
celular. Andrej, me acaban de informar que los políticos tomaron la
decisión; van a utilizar el arma. Será de un momento a otro. Estoy
muy asustado.
—Sé que no es un gran consuelo, pero
cuando se active, el final va a ser tan rápido que nadie tendrá
tiempo para sentir ningún dolor.
—Es cierto. Al menos eso. Adiós,
Andrej, fuiste un buen amigo.
—Tú también, Anatole. ¿Sabes, en
estos momentos finales, dónde quisiera estar realmente? Si pudiese
estaría en...
De un lado al otro del horizonte,
llenando el cielo y la tierra, la gran bola de fuego devoró el
sueño.
Juliana se despertó. De todo el
diálogo, sostenido por esos hombres en un idioma desconocido para
ella, solo había entendido su propio nombre. Perturbada, esa noche
no pudo volver a dormirse.
Esperó que el sol volviera a salir
tratando de evitar el recuerdo de ese extraño sueño, levantarse y
salir a cazar, recolectar y comer, tal como había hecho el día
anterior y como haría siempre. Así era la vida de Juliana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario