No sentía frío ni calor. Sus sentidos no le decían nada, solo su vista, captando la inmensa belleza que le rodeaba: Estrellas, nebulosas, galaxias…
No había un arriba, ni un abajo, ni existía el peso.
Su cuerpo, ahora hermoso y brillante, no era como antes. Se sabía impasible.
Volaba sin alas; no deseaba otra cosa que seguir así para siempre.
Comprendió que viajaba a una velocidad muy superior a la de la luz, pues contemplaba el lento desfile de las estrellas más cercanas.
José Luis contempló una hermosa estrella azul. Estaba cada vez más cerca. Pronto lo engulliría; pero no sentía calor…
Embelesado con la descomunal joya azul, no temió la muerte. Abrió sus brazos, deseando abrazar la hermosa estrella.
Sonó el despertador y abrió los ojos, sonriente. Tardó unos instantes en comprender que había tenido un bello sueño. Se levantó del lecho y miró las estrellas; se le antojaron más brillantes. Volvería a mirarlas la noche siguiente.
José Luis fue al trabajo, más relajado y contento que nunca.
Sobre el autor: José Enrique Serrano Espósito
Sobre el autor: José Enrique Serrano Espósito
1 comentario:
Bello cuento, me encantan estos cuentos que se basan en lo onírico. Felicitaciones al autor.
Publicar un comentario