viernes, 9 de noviembre de 2012

El vuelo de José Luis - José Enrique Serrano Expósito


José Luis volaba en la noche infinita.
No sentía frío ni calor. Sus sentidos no le decían nada, solo su vista, captando la inmensa belleza que le rodeaba: Estrellas, nebulosas, galaxias…
No había un arriba, ni un abajo, ni existía el peso.
Su cuerpo, ahora hermoso y brillante, no era como antes. Se sabía impasible.
Volaba sin alas; no deseaba otra cosa que seguir así para siempre.
Comprendió que viajaba a una velocidad muy superior a la de la luz, pues contemplaba el lento desfile de las estrellas más cercanas.
José Luis contempló una hermosa estrella azul. Estaba cada vez más cerca. Pronto lo engulliría; pero no sentía calor…
Embelesado con la descomunal joya azul, no temió la muerte. Abrió sus brazos, deseando abrazar la hermosa estrella.
Sonó el despertador y abrió los ojos, sonriente. Tardó unos instantes en comprender que había tenido un bello sueño. Se levantó del lecho y miró las estrellas; se le antojaron más brillantes. Volvería a mirarlas la noche siguiente.
José Luis fue al trabajo, más relajado y contento que nunca.

Sobre el autor: José Enrique Serrano Expósito

1 comentario:

Unknown dijo...

Extraño individuo José Luis.
Aunque se visualiza imerso en la belleza quisiera morirse.
Y es que José Luis está muy sólo, pues ni siquiera cuenta con José Luis.
El principio de toda buena vida debe surgir de que seas tu propio mejor amigo. Solo así estará un cimiento al que le puedas cargar el peso de una gran obra.
Y al final, esclavo de su despertador, relega su vida al después. Es cómodo hasta cierto punto ser una partícula del hormiguero.
Más la comodidad tiene un valor relativo.
Si en verdad la muerte no existe en el concepto de final, sino en el de transición más peso adquiere sublimar cada presente. No caer en el clásico error de que existe un rompecabezas que se arma en una cosmogonía personal. Todo son instantes. Sobre los que puedes seguir elaborando para que despeguen el vuelo, o queden ahí aumentando el chatarrismo. No toda la chatarra es material. También existe la chatarra espiritual.