sábado, 17 de noviembre de 2012

Base Luna 2. Desencanto e hipogeo – Héctor Ranea


La base Luna 2 tenía tantas personas, que había sido necesario llevar muchos sacerdotes de diversas religiones. Todos se habían adaptado a la vida en gravedad un sexto así que los costosos aparatos que arruinaron la economía de Luna 1 no eran más necesarios, de modo que todas las dimensiones eran mayores para evitar colisiones y permitir a los novatos desplazarse más cómodos por el territorio.
El mayor de los problemas era beber en esas condiciones, pero habían desarrollado la tecnología necesaria para evitar pérdidas de agua, elemento tan esencial como escaso.
Ese fue uno de los primeros años del Padre Pardo en la base Luna 2 así que aún no tenía los reflejos acostumbrados a la gravedad más pequeña y no hubiera sido nada de no ser que ocurrió el primer caso registrado de posesión demoníaca en la Luna desde que se habitó cien años atrás. Y justo le toco al curita recién llegado.
Lo llamaron de la conserjería del edificio de habitaciones de solteros. Era un hombre joven que había caído desde una gigantesca grúa y al levantarse, casi sin daños, fue poseído sin mucho esfuerzo por una serie de diablos selenitas que empezaron con travesuras pero continuaron con verdaderos dolores de cabeza para toda la corporación. Al ser el único con capacidad de emprenderla contra estos diabólicos seres, se convocó al Padre Pardo y él pidió auxilio a dos budistas y un zoroastriano aunque más no sea para que aportaran ideas, ya que tenían más antigüedad en el lugar.
Cuando empezó se dio cuenta de que no tendría éxito fácil. De hecho, al arrojar el agua bendita no más tuvo problemas, porque entre que él hacía que salieran las gotas hacia el poseído y que éstas llegaran a destino había para el conjunto de demonios tiempo como para alzarse, saltar, freír dos huevos o hacer fideos, ya que el agua salía disparada de modo tal que caía mucho más lejos que lo que el curita esperaba. Con cada vez que esta operación le fracasaba, no sólo se quedaba con menos agua y menos confianza en sí mismo, sino que los diablos se hacía más fuerte. Esas y otras zarandajas hicieron del exorcismo lunar una de las más grandes chapuzas del nuevo orbe. Para peor concluyó con los diablos poseyendo a los libres católicos (eran tan racistas que no toleraban otros pensamientos).
Esto fue uno de los comienzos del caos en Lunar 2. Los católicos se veían bastante más felices que los otros, así que comenzó una migración religiosa, a la par que aumentaba el número de posesos. Algunos religiosos emprendieron la retirada pero otros, envidiosos, empezaron a lanzar habladurías sobre el Padre Pardo. Finalmente, éste fue expulsado y lo cambiaron por otro que sí sabía el oficio y logró exorcizar a más de la mitad de los afectados en menos de una semana. Pero hete ahí otra paradoja, los nuevos curados declaraban no tener felicidad, por lo que comenzaron a suicidarse o pasarse a otras religiones. Ya que no eran más felices, también se frenó el transfuguismo, por lo que volvieron otros sacerdotes con un poco más de línea ideológica que soltar. Tanto que lograron que algunos poseídos se pasaran al budismo, con lo cual esta religión comenzó a tener revolucionadas algunas costumbres ya que, se sabe, los diablos que intentan ser budistas no pueden con su genio y le meten a todos sus deseos.
Era obvio para los Grandes Jueces que el culpable era Pardo, así que lo condenaron a pegar estampillas de correo electrónico en cada envío de teletransportación pidiendo agua bendita o cloro o vituallas para los mimos.
Luna 2 no descansará nunca en paz.

Sobre el autor: Héctor Ranea

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