martes, 16 de octubre de 2012

Inaugural – Héctor Ranea


—Estese alerta, don. En cualquier momento le anuncian que vuela y tiene que volar.
—¡Pero cómo! ¿Cómo que tengo que volar? Esto es para hacerme pasar vergüenza, ¿cierto? Acá alguien se quiere vengar y me dan este hueso duro de roer.
—Si quiere hueso, le sirvo después. También tengo. Pero por ahora concéntrese en volar y después hablamos de qué comer ¿entendió? Si no vuela estamos jodidos. Usted no come y yo no sigo.
—¿Qué es esto? ¿De qué carajo me habla? ¿Cómo pretende que vuele, diga?
—Haga lo que le enseñé, por favor. ¡No me falle!
—¿Qué me enseñó? ¿Cuándo? No recuerdo nada.
—¡Vamos, no me haga eso, che! Es el pánico escénico. Verá que una vez ahí, despliega las alas y vuela. Es fácil, míreme —y el canario sin plumas revolotea sus alas imaginarias, es difícil captar la escena con el escalofrío que me viene.
—Si no vuelo, ¿me matan?
—Algo así. Lo olvidan en la estacada, que es más o menos lo mismo.
—Discúlpeme pero no lo veo así. Una cosa es que me olviden, otra es que me maten. De verdad que lo veo diferente.
—¡La puta! Con lo que está en juego y me viene con figuras semánticas. Si ellos lo olvidan, sonó, ¿está claro? No come, no duerme, nada. Deja de existir, que es lo mismo que estar muerto, sólo que peor, porque no lo está.
—¡Rápido, dígame cómo volar!
—Ya lo llaman. Vaya y muéstreles lo que sabe hacer, ¡vamos!
—¡Carajo! ¿Para qué sirve el libre albedrío?
—¡Para volar! ¡Vamos!
—¿Por qué tengo que volar?
—¡Basta de filosofía! ¡Vuele o le cosen las manos al culo!
Volé, hay que decirlo. Medio como una gallina sin cabeza al principio. Ahora vuelo como un águila, pero sigo sin entender qué sentido tiene todo esto.

El autor: Héctor Ranea

2 comentarios:

Javier López dijo...

Es difícil decir por qué me gusta tanto este cuento. No es solo por el argumento, ni por las palabras con que está construido; ni es por el principio, ni es por el final. Es más bien por la coherencia interna de algo que difícilmente la tendría destripado en sus partes. Es esa capacidad de convencer al lector de que el sinsentido forma parte de nuestra existencia, es común y se nos aparece con la más absoluta naturalidad, sin necesidad alguna de justificarlo, porque el esperpento de la realidad supera al de cualquier ficción.
Una obra de arte, Ogui.

Ogui dijo...

Gracias, Javier! En realidad, desde hace un tiempo vengo indagando sobre esa posible insensatez general en la que el discurso es internamente coherente pero que visto de afuera se rompe. En este caso el protagonista o salió de otro lado o entró sin buscar entrar... Pero más allá de la búsqueda, me alegro mucho que te haya gustado.