El pelotazo le pegó en la nuca, haciendo que el cerebro se le estrellara contra la frente y los ojos le bailaran en sus cuencas. Cayó contra el césped, arrancando pasto y tierra en medio de un alarido desaforado que se confundió con los gritos de sus compañeros de equipo que lo culpaban de haberse interpuesto en el camino de un gol seguro. Él apenas si escuchó algunas de las vulgaridades mientras su cara reconstruía el suelo de la cancha en su hundimiento. Quedó tendido durante largo rato, tratando de asimilar lo que había pasado. De pronto sintió una patada en las costillas. Otra patada en la pierna derecha. Otra en la cabeza. Y muchas más. El dolor lo destruía; sus propios compañeros lo estaban haciendo trizas, a vista y paciencia de todos. Sintió, entonces, que se encogía, que su cuerpo se convertía en una bola, que le daban un poderoso puntapié por detrás y lo enviaban volando a gran velocidad hacia el arco contrario. Percibió que alguien gritaba: «Go…». Pero no, pegó en el palo y se reventó. Esto provocó que muriese, debido a una fuerte contusión en el cráneo.
Ese día su equipo perdió por goleada.
Acerca de los autores:
Alejandro Bentivoglio
Carlos Enrique Saldivar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario