El jefe de personal da ese famoso mal paso. Se desmorona el techo de su casa y cae a la cocina, se encharca un poco al pisar platos que tenía sucios y el fregadero tapado con inmundicias. Cuando se baja, en el suelo encuentra muchas gomas de mascar frutales que le pegan el pie izquierdo al piso y termina cayéndose de bruces y al hacerlo se traga una de esas sustancias con un gusto indefinido entre guanábana y chirimoya. Lentamente se levanta para ir al salón donde está su mujer con otro tipo, posiblemente desnuda, confiada en que nadie los encontrará en ese nidito de amor que han formado a sus espaldas, pero la encuentra mirando en la tele una vieja serie de Hitchcock, trabaja Steve McQueen, y Peter Lorre. No recuerda el final. Ella lo mira con un poco de asco. Es que él tiene toda la apariencia de haber caído del techo en la cocina. Y la mujer seguramente estaba muerta de miedo en esa escafandra que la separaba de la realidad, que era que el mundo se había venido abajo, que de jefe de personal ahora era limpiador de fregaderos y que el médico al lado había pasado a ser controlador de cataplasmas y que ella, así como se veía, tan tranquila mirando el Show de Hitchcock por la tele, de directora de la escuela había terminado en la calle. En la tele, sin un grito, Mc Queen, a tono con el día, estaba perdiendo un dedo meñique.
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Héctor Ranea
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