miércoles, 6 de junio de 2012

Hubiera sido – Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman


—Ustedes no me conocieron cuando era el Señor de las Canchas, o campos de juego, mesas, fields, como les decían cuando la gramilla la sembraban los anglos. No se dan una idea de cómo impactaba al implemento, ya fuera un balón, una bola o la guinda. Tengan en cuanta que yo practicaba tanto el rudo deporte de quince por banda como el rústico de once o el de tres. No me hice famoso porque no había celulares que filmaran o sirvieran de nexo con el hospital. En efecto, una vez le di a un esférico con la parte baja del vientre, le di con tal violencia que averié un satélite uzbeco que venía orbitando un poco bajo. No alcanzaron a llevarme al hospital porque estuvieron debatiéndose entre resucitarme o dejarme ir directo a la quinta del ñato. Ocurrió durante la final del campeonato de los Padres Capuchinos y se disputó, virilmente, en un patio escolástico; nosotros éramos los visitantes. Fue notable mi cálculo de la parábola, aun cuando era un adolescente majadero y necio. Me recuperé varios meses después. En realidad pude empezar a tragar algo por mí mismo a las dos horas, y a respirar a la semana, pero eso ya pasó. Lo que no mata fortalece, dicen. Pero se dicen tantas cosas. Y aquí me tienen, vivito y culeando, como del gringo Scotta d’il Barco, que era más tano que los vermiccellis. ¿Que cómo llegué a ser Señor de Todas las Canchas o Dictador Supremo de la Tierra? Eso se los cuento otro día. Ahora me voy a jugar al squash contra media docena de condenados a muerte.


Acerca de los autores:

2 comentarios:

Ada Inés Lerner dijo...

Muy buen texto, sigo pensando que hay prioridades

Ada Inés Lerner dijo...

Muy buen texto, sigo pensando que hay prioridades