
Donde viven los pobres nunca llega el Circo. Ahí, en el arrabal, no
hay magia, ni siquiera llueven golosinas. Hoy todo está agitado, la
desmesura se huele en el ambiente: los niños descalzos, huérfanos de
alegrías, corren hacia la quebrada; los mayores acarrean sus sillas de
tijera, desvencijadas. Hay nervios. La muchedumbre se sienta solícita y
espera -donde viven los pobres siempre esperan-. Otean el horizonte,
todos están pendientes del viento: sopla, ruge, brama. A lomos de la
ventisca llega el Circo, nadie lo ha visto, pero todos perciben sus
fragancias. El suburbio se impregna de nuevos olores. Cierran sus ojos y
olfatean. Sobrevuelan vahos de júbilo. Emanan fantasías. Se perciben
los efluvios de la carpa, construida con aromas de mantequilla, bálsamos
de menta y esencias de caramelo. Sienten husmear las trompas de los
elefantes y el silbido de los cuchillos que lanza el oso hormiguero. Los
niños huelen las risas de los payasos. Dicen que este año actúa
Pinocho, la mofeta malabarista y el topo de nariz estrellada. Dicen
tantas cosas. Cuando se aquieta el viento se disipan los vapores,
huyen las fragancias, desertan los aromas. Se acabó el espectáculo, pero
nadie aplaude. Regresan. Adultos y pequeños, hombres y mujeres, en una
fila ordenada, infinita, arrastran sus sillas, tornan a sus quehaceres:
zanqueros de esperanzas, contorsionistas de utopías, domadores de
problemas, sólo saltimbanquis de la vida. Se esfuman los aromas del
Circo, pero permanece el olor fétido de la miseria, el tufo del hambre
y el hedor de la muerte, también llamada “la Chata”. Algunas veces,
cuando ya no queda nada, sopla el viento. La fila avanza desde la
lejanía, se huele en el ambiente. Donde viven los pobres nunca llega el
Circo.
© Xavier Blanco 2012.
Tomado del blog Caleidoscopio http://xavierblanco.blogspot.com.ar/2012/04/254-aromas-de-circo.html
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Xavier Blanco
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