viernes, 13 de abril de 2012

La tercera guerra mundial - Víctor Lorenzo Cinca


Al fin, el secreto ocultado con mayor recelo por el gobierno se filtra en la prensa y se convierte en noticia. En la única noticia posible. Los titulares de las portadas de los diarios de todo el mundo, en edición especial de tarde, son fríamente aterradores. Un meteorito chocará inevitablemente contra la tierra. Inevitablemente.

Así pues, no hay salvación. El impacto está previsto dieciocho días más tarde, a las tres y media de la madrugada, hora internacional. El planeta entero, conocedor de su destino por primera vez en la historia y apremiado por la prisa, se dispone a saciar impunemente ―la justicia es demasiado lenta, ya se sabe― sus más bajos instintos. El caos se apodera de las calles: se cometen violaciones, robos, agresiones... el pillaje, el vandalismo y el desenfreno reinan en la ciudad, y las autoridades no pueden controlar la situación, en parte porque la policía y el ejército están involucrados en la mayoría de esos actos criminales.

Cuatro días después, se filtra otra noticia en la prensa. Más sorprendente que la primera, si cabe. Se ha descubierto un trasbordador espacial, proyecto militar de la NASA de alto secreto, con capacidad para mil personas, preparado para realizar un viaje hacia la estación espacial MIS-2, o sea, el único lugar a salvo de la catástrofe. Los países, desbordados por la situación e incapaces de racionalizar el problema, se aferran a ello como a un clavo ardiendo y se organizan militarmente para conseguir esas mil plazas. Ese día da inicio la tercera guerra mundial, la única confrontación bélica con fecha de caducidad, con día y hora límites, pues al mundo tan sólo le quedan dos semanas. Resurge de nuevo el patriotismo y las oficinas nacionales de alistamiento no dan abasto. Se trata, únicamente, de exterminar a todos los demás, y después ya se verá, se supone que a exterminarse entre ellos, entre los vencedores, hasta que sólo queden mil.

Al cabo de doce días, a tan sólo dos del impacto, el trasbordador espacial despega de la base y se eleva dejando tras de sí un mundo desolado, totalmente arrasado, aniquilado en poco más de diez días, sin rastro de vida. Lamentablemente, y pese a todos los esfuerzos, en el interior de la nave han quedado todavía algunos asientos vacíos, algunas plazas desocupadas.


Tomado de Realidades para Lelos

Acerca del autor:
Víctor Lorenzo Cinca

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