jueves, 23 de febrero de 2012

Anoche - Juan José Tapia


Sabía que ya no podía echarse atrás, había llegado demasiado lejos para emprender el camino de regreso. No tenía muy claro qué le había empujado a actuar de un modo tan impulsivo, él que siempre había sido conocido como un fiel portador del aburrimiento donde quiera que fuese.
No, lo había prometido y lo cumpliría, bastantes historias habían oído ya acerca de otros que, como él, se habían aventurado a afrontar el reto que semejante tarea suponía, viéndose finalmente superados por las circunstancias, pasando a engrosar las filas de los fracasados. Ese no sería su caso, soportaría estoicamente el paso de las horas allí sentado, y no permitiría que el desasosiego de saberse rodeado por miles de tumbas hiciese mella en su férrea voluntad de salir victorioso de tan siniestro trance.
Su reloj señalaba que tan sólo dos horas le separaban del amanecer, una minucia comparada con las más de cuatro que había permanecido junto al mausoleo de la familia Quiñones. ¿Cómo le mirarían los chicos de la facultad en lo sucesivo, le seguirían viendo como a un ser inferior, o sabrían apreciar aquella absurda muestra de coraje?
De improviso un ruido vino a sacarle de sus pensamientos, recordándole los terrores que a punto habían estado de impedirle el salto de la verja. Un sudor frío acudió a su frente cuando percibió el sonido de unos pies que se arrastraban pesadamente, y que poco a poco se acercaban hasta su posición. Había visto suficientes películas de serie B para saber lo que aquello significaba. Presa del pánico sólo tuvo tiempo de descargar un golpe brutal sobre aquel ser, empleando para ello la linterna que le había acompañado entre los oscuros senderos del cementerio.
“Anoche fue brutalmente asesinado el cuidador del cementerio municipal. Al parecer, tenía la costumbre de comenzar su jornada temprano para evitar así los calores propios de esta época estival en nuestra ciudad. Nos amplía los detalles Amanda López”.

Acera del autor

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