—Vi mujeres que corren con los lobos —dijo Clarissa.
—Es cierto —confirmó Ángela—; yo también las vi. Corrían en compañía de lobos y no les temían.
—Las vi en el crepúsculo —afirmó Stephanie.
—Hablan de lo que no saben —dijo Shakira mirando desafiante a las otras—. Sólo las lobas saben qué significa correr con los lobos... y qué consecuencias trae hacerlo.
—Todas ustedes hablan por boca de ganso —dijo Jenny—. En el lejano norte, en el país de largos días y noches, las lobas y los lobos compartimos el mismo cuerpo.
De pronto, sin brusquedad, una niña vestida con una caperuza roja irguió su cuerpo y elevó su voz para ser escuchada.
—Necias —dijo sin acritud ni enojo—. Yo estuve adentro de un lobo, y eso no se compara con nada.
—Una criatura de ficción —susurró Joanne.
—Cierto —aceptó Clarissa—, pero ella seguirá viva cuando todas nosotras estemos muertas.
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