Terminé de leer su carta. Me bajo del escritorio extrañado de que me cueste un poco llegar al suelo. Me acerco al bar, mis botellas parecen más grandes de lo usual. Tengo a mano un buen whisky que me regaló ella antes de partir. Me sirvo con dificultad un buen trago pero me cuesta empinar el codo, tanto pesa el vaso. Me doy cuenta de que estoy llorando por lo que dice su carta. Me acerco a mi cama y casi no puedo trepar hasta mi almohada, lo que me hace pensar en que tal vez nuestro gato sienta lo mismo cuando viene a visitarnos. Me acurruco en un hueco que dejó su camisón oliendo su perfume evanescente. El whisky me hizo olvidar sus últimas palabras. Cierro los ojos, es bueno sentir que estoy desapareciendo.
Héctor Ranea
8 comentarios:
Toda una declaración de sensibilidad. A mí me la puso a flor de piel.
Hermoso texto, Héctor.
¡Gracias, Javi y gracias a la publicación!
Muy buena construcción narrativa.
Intimista, conmovedor, tan triste como el desamor que retrata.
Un saludo.
¡Gracias, Pedro!
excelente final maestro!
¿Suicidio?
Si la interpretación es ésta, me parece original. Pero el texto va a algunos lugares comunes que no me gustaron demasiado.
Saludos.
El arte, parece, es construir algo original con los mismos materiales de siempre. Gato, perfume, carta, evanescente, trago, camisón, palabras... son eso, palabras, ladrillos con los que se puede construir un monoambiente o un palacio; el asunto es cómo se ordenan, y si el resultado no es común, tampoco lo es el lugar en el que se emplaza. ¡Bravo, maestro Ogui!
Suicidio sería un lugar muy común. Desamor también. Según creo, no digo eso, aunque admito que se pueda interpretar. La referencia del título es obvia, me parece. De todos modos, es aceptable que no sea agradable el verbo desaparecer, pero así vino la historia. Escuchando a Lou Reed por enésima vez. Gracias por los comentarios y las críticas. Prometo mejorarlo.
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