viernes, 28 de octubre de 2011

El árbol - Claudio G. del Castillo


Para celebrar la Navidad como lo exigía el pueblo (“¡Basta de mármol!”, clamaba), a mediados de año el previsor gobernante envió emisarios a los cinco continentes. La búsqueda abarcó museos, favelas, basureros, almacenes, naufragios…
Meses después, los emisarios despacharon hacia su país natal las naves con lo que malamente habían encontrado: puertas coloniales, cartones mohosos, sillas desvencijadas, no más de cien lápices, un mástil partido en dos…
Entonces tocó el turno a los artistas, pues artistas habrían de ser para ensamblar aquel galimatías.
Durante semanas consultaron a los sabios y se nutrieron de lo más antiguo de la tradición oral. Y sólo cuando estuvieron muy seguros aserraron, cotejaron, clavaron, encolaron… Hasta que llegó el día en que pudieron jactarse de la obra terminada. En verdad era magnífica, así que la Iglesia dio el Visto Bueno y el gobernante aprobó el presupuesto para los regalos.
Por fin, el 25 de diciembre de 2200, el pueblo se reunió en la plaza y a la sombra de un abeto de madera tuvo su Navidad.

1 comentario:

luis espinosa dijo...

q cuento mas bonito claudio, te queremos mucho redys, papi y yo, tu hermano luisi.