Bertilda, mi secretaria, corre a la cafetería y mete cincuenta centavos en la máquina de café. Los cincuenta centavos son de ella, el café es para mí.
Bertilda, la llamo y viene. Bertilda, le digo, y ella hace; igual que el centurión del Evangelio con Jesús, con una palabra basta. Bertilda corre café en mano y lo coloca sobre mi escritorio. Vete temprano Bertilda, pero siempre te quedas. Bertilda ¿cuántos cafés me has pagado? Ninguno señor y tecleas como pianista de concierto. Confirma si el estilista puede atenderme.
Manda a buscar las calificaciones del Matías. Lo apuntas. Me voy por las noches - hasta mañana -
pensando que sigues allí, con los mismos zapatos que hace tres años calzaste para tu entrevista y tu odio me llega en marejadas, espumoso y altivo y sé que un día saltarás de tu jaula para comerme vivo, en pedazos.
Lili Mendoza
Tomado de
Corazón de Charol A-go-gó con autorización de la autora
1 comentario:
Tines la capacidad de brevizar.
La Boca del Ello
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