Entraré. Respiraré hondo y entraré. Descartaré los escrúpulos que obstruyen la puerta y entraré. Sé que estás del otro lado y aguardas mi llegada. Tú con tus enamoradas del muro, con tus helechos de tiempos en que el hombre apenas si se erguía, con tus altos pinos repletos de nidos de chimangos que vuelan en círculo en busca de alimento, sabes que finalmente juntaré coraje y dándole la espalda a tanta fiebre que se atropella en mis venas, entraré. Y una vez dentro, recorreré tus sendas de hojarasca bordeadas de celestes nomeolvides.
Ya estoy aquí y en tu interior se huele la mañana luminosa, llena de fértiles presagios.
De pronto frente a mí se planta un diminuto habitante de tu jardín secreto. Pregunta qué hago aquí, de dónde vengo. Me dice que aún estoy a tiempo de volver sobre mis pasos, pero que no demore porque en breve se cerrará la puerta. Agrega que ya no habrá remedio; que me enredaré en la tela que tejes sin descanso y me irás consumiendo lentamente con tus labios de fuego. Y será cierto.
Soy otro viejo pino, inmóvil en tu vergel insaciable.
Ya estoy aquí y en tu interior se huele la mañana luminosa, llena de fértiles presagios.
De pronto frente a mí se planta un diminuto habitante de tu jardín secreto. Pregunta qué hago aquí, de dónde vengo. Me dice que aún estoy a tiempo de volver sobre mis pasos, pero que no demore porque en breve se cerrará la puerta. Agrega que ya no habrá remedio; que me enredaré en la tela que tejes sin descanso y me irás consumiendo lentamente con tus labios de fuego. Y será cierto.
Soy otro viejo pino, inmóvil en tu vergel insaciable.
Fernando Puga
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