Le estaba muy agradecido a su colega mexicana por haberle ofrecido su casa mientras tuviera que quedarse en la ciudad. No era mucho tiempo, sólo el mes que duraba el seminario que debía dar en la universidad como profesor invitado. No tener que buscar alojamiento le ahorraba muchos problemas. Además estaría solo, a sus anchas. Su condición de fumador empedernido le planteaba a menudo serias dificultades de convivencia. Era una suerte que ella hubiera tenido que ausentarse por cuestiones de trabajo precisamente en las mismas fechas. Antes de emprender el viaje se habían escrito un par de correos. Él le había preguntado si tenía que ocuparse de algo a su llegada y ella le había contestado escuetamente: “No, abra la llave del gas. Anteayer detecté un grave problema y la cerré, pero ya llamé a la compañía”. Siguiendo a pies juntillas estas instrucciones, eso fue lo primero y lo último que hizo apenas hubo entrado y dejado la maleta en el recibidor. La explosión causó graves daños en todo el vecindario. Con las prisas ella había escrito una coma de más en su correo. La coma lo mató. Sin embargo ella insiste en que fue el tabaco.
Acerca de la autora:
Anna Rossell
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