Como Custodio Gardaboschi era muy tímido recibía con beneplácito todos los avances tecnológicos, y le vino de perlas enterarse de que se podían tener relaciones sexuales a través del chat, sin moverse de casa. Fue así que conoció a su mujer soñada, "perracaliente", y se enamoró como loco de esa identidad evanescente y guarra, una hembra vulgar, emperatriz del nuevo arte que empezó a llamarse "cibersexo". La relación venía durando varios meses, con diarios encuentros eyaculatorios, cuando "perracaliente" le anunció a Custodio que iría a hacerle una visita personal. El tímido se aterró, se sintió invadido, atropellado, casi violado, y sólo se tranquilizó un poco al conocer la fecha elegida: 28 de diciembre. "Es una broma del día de los Santos Inocentes", reflexionó. No quería conocerla, no quería. Pero el 28 de diciembre, con la imaginación sobrecalentada por la posibilidad de que "perracaliente" pudiera encontrar un método para llegar hasta él, Custodio sintió que su ánimo volvía a quebrantarse y temió lo peor. A las once de la noche, la hora habitual de su contacto con su enamorada, el pobre tímido alcanzó un pico de inquietud, su corazón dio un vuelco y acabó deteniéndose cuando una mujer despampanante, vestida con una diminuta prenda de gasa se materializó en el estudio, donde operaba su PC. No hubo testigos de la muerte repentina de Custodio, y el holograma de "perracaliente", un novísimo adelanto tecnológico que, en otras circunstancias, hubiera hecho las delicias de un fanático de la tecnología como él, se esfumó tal como había aparecido.
Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman
1 comentario:
hay que volver al viejo y clásico sexo animal, lo demás no sirve...
muy bueno Sergio.
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