sábado, 7 de mayo de 2011

Espiral - Víctor Lorenzo Cinca


Después de mojarme la cara en el servicio del bar y ocupar de nuevo la incómoda silla en la terraza, junto a mis amigos, parece que me encuentro algo mejor. Sólo ha sido un ligero mareo, nada más. Alcanzo el paquete de tabaco y cojo un cigarrillo. A mi lado, Juan me guiña un ojo y me lanza un me das uno ―que no suena a pregunta― igual que el que me arrojó hace un rato. Se lo doy y mientras enciendo el mío veo cómo Marta, al ir a coger el encendedor y darle fuego a Juan, tira una copa, por suerte otra vez vacía, en un gesto idéntico al de poco antes de marcharme al baño a refrescarme. Ahora sólo falta que vuelva a pasar por la calzada, a poco más de dos metros de nuestra mesa, el camión de mudanzas con el conductor frotándose los ojos, para completar el déjà vu, pienso. Y al momento, pasa el camión de mudanzas con el conductor frotándose los ojos.

Me levanto un poco confundido y sin decir nada vuelvo al servicio para mojarme de nuevo la cara. Al salir a la terraza, me siento otra vez en la silla y espero. No ocurre nada, así que decido encenderme un cigarrillo para distraerme un poco. Entonces escucho un me das uno, y sin mediar palabra le doy el pitillo a Juan al tiempo que me guiña un ojo. Mientras enciendo el mío aguardo a que caiga la copa, que no tarda en hacerlo gracias a la torpe mano de Marta que intenta alcanzar, otra vez, el encendedor. Me levanto con calma de la silla y pienso lo fácil que será salir de esta absurda espiral si el conductor vuelve a pasar, distraído, frotándose los ojos, tan cerca de nuestra mesa.

No hay comentarios.: