viernes, 1 de abril de 2011

Quién sabe - Arantza Ruiz de Mendarozqueta


Miré el reloj. Eran las once de la mañana; o de la noche, quién sabe. El reloj podría andar mal. Hice una apuesta: Yo digo que son de la mañana, ¿y tú? De la noche. Creo haberme despertado por una pesadilla… Bien, si tengo razón, gano una doble taza de té con leche. Si tú ganas, podrás ver todos los partidos de fútbol que quieras sin que yo te cambie de canal, ¿de acuerdo? De acuerdo. Miré por la ventana. De igual modo iba a ganar la apuesta ya que, después de todo, yo era uno solo. El cielo estaba nublado, un poco oscuro, un poco claro. De repente, todo ennegreció. Lentamente se volvió a ver un poco de luz. Mis ojos se entrecerraban. Aún tenía sueño. Sin darle importancia a la apuesta, volví a mi cama y me acosté nuevamente. Pensé que tal vez mis ojos me engañaban por el cansancio; o tal vez no, quién sabe. Tal vez mis ojos veían perfecto pero el mundo había cambiado de un día para otro y ahora el día y la noche se entremezclaban. No lo sé. Simplemente me acosté, y después vería.

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