—¡Eres verde! Nunca te hubiese imaginado así —aseveró Pablo.
—En realidad, no siempre soy verde. Algunas veces estoy roja o azul o naranja o incluso negra- contestó el alma.
—¿Porqué el cambio de colores?
—Bueno, depende de lo que hagas conmigo. Si estás belicoso me conviertes en sangre. Si reflexionas cambio inmediatamente al azul. Cuando imaginas adquiero los tonos de la puesta del sol, naranjas y amarillos. Si el dolor no te permite abrir los ojos clausuras mis matices y viro al negro.
—Perdón —masculló algo avergonzado—. Lamento que tu destino haya sido el de acompañarme.
—Te equivocas. Yo te elegí. Porque mientras corres detrás de tus sueños me pintas de verde. Porque cuando asciendes a los cielos me aferro muy fuerte a tus alas y disfruto el placer de planear. Porque cuando me miras, mi verde se hace más intenso y brillante.
—Pero jamás hable o te vi antes de hoy —repicó Pablo.
—Error. Hablas conmigo mientras piensas y escribes. Me miras cuando te conmueves al leer un texto. Me acaricias cuando juegas con tus niños. Me lustras cuando, cual Quijote, emprendes contra los molinos de viento.
—Te elegí porque casi siempre me tiñes de verde.
Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/
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