El representante de farmacia conocía bien la costumbre de sus clientes. Cada 28 de diciembre, y después de negociar el precio de un nuevo producto o de hacer alguna venta, le daban una palmadita en la espalda para dejarle pegado el típico monigote de "inocente". Cada año sus compañeros se habían reído de él, pues llegaba a tener una colección de monigotes pegados en su espalda.
Esta vez, cuando regresó a la oficina tras la jornada de visitas, todos reían a carcajadas al ver la parte trasera de la chaqueta de Marcos.
—¡Récord! ¡Este año has batido el récord! Te han pegado diez muñecos en la espalda —vociferó uno de sus compañeros.
—¡Jajajaja! ¡Genial! —exclamó Marcos mientras se le saltaban las lágrimas.
—¿Genial? —preguntaron al unísono los demás.
Marcos se quitó la chaqueta. Al hacerlo, apareció la camisa con la espalda claveteada de pequeños y finísimos alfileres con la punta hacia afuera.
Mañana, probablemente muchos de sus clientes harían pedidos extra de mercromina y tiritas.
Javier López
1 comentario:
la venganza ha de servirse helada...muy bueno...
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