De todas las geometrías, es el punto la forma más simple. Expresa la pequeñez y la insignificancia: somos un punto en el universo.
También lo aplicamos a nuestra manera de ver las cosas. Hablamos del punto de vista, aunque esta idea pueda englobar conceptos muy diferentes, y ser amplio como una circunferencia en algunas personas, o pequeño como un grano de arena en otras.
La línea parece ser la que marca nuestro camino. Es importante construirla recta para tal fin, y apartarse de ella puede tener consecuencias difíciles de valorar. Aunque, a veces, hacerlo se convierta en pura necesidad.
El círculo es la geometría más amable. A casi nadie se le ocurriría fundar uno con malos propósitos, y bajo su nombre se agrupan Amigos de la Música, Lectores y Amantes de las Bellas Artes.
El triángulo, si bien es una forma armónica, no es menos cierto que se deja llevar por la aventura. Puede representar el equilibrio, pero también la intriga amorosa y las desapariciones inexplicables.
El cuadrado, aunque funcional como forma, no es nada aconsejable como patrón para nuestros pensamientos. Una mente cuadrada o, simplemente, cuadriculada, no deja resquicio alguno abierto a la creatividad.
Otros polígonos, sobre todo si son estrellados, parecerían haber sido creados para la simbología religiosa y militar, tantas veces unidas. Cuidado con sus puntas, pueden provocar accidentes nada deseables.
Y, por último, la espiral tiene una gran predisposición para lo desmesurado. Adentrarse en ella no puede conducirnos más que a la violencia o a la locura.
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