martes, 8 de marzo de 2011

Un gasto excesivo pero necesario - Luisa Hurtado González


Hasta él llegó un pitido. Era la agenda electrónica haciéndole saber que había sido invitado a una nueva fiesta o baile donde había sido reclamada su encantadora presencia.
Como era su costumbre, confirmó de inmediato su asistencia. Fue sólo después de hacerlo cuando descubrió con desesperación que la nueva cita interfería con siete actos sociales más a los que se había comprometido a ir como fuera.
Durante un momento se odió, odió esas malditas e inoportunas prisas suyas, sus temores y ese miedo que tenía de que se olvidarían de él si dejaba de asistir a todos los actos posibles como había hecho siempre.
¿Qué podía hacer con la última reunión social si sus siete clones ya estaban ocupados en representarle en otros tantos e igualmente importantes eventos? ¿Es que tendría que ir él mismo, en persona?
Qué pérdida de tiempo, pensó, y qué aburrimiento. Y, antes de que la cantidad exorbitante de dinero que se iba a gastar echase por tierra la idea que le andaba rondando por la cabeza, encargó que le hiciesen tres clones más mientras ponía como excusa que no tenía que ponerse.

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