Lord Marmot quedó de una pieza. Después de tantos años de terribles sospechas y falsas expectativas, finalmente se había decidido rentar los servicios de Ms M, la vidente y tuvo un destello de verdad iluminando su rostro, de tal suerte que en mejores circunstancias hubiera sido confundido con haber visto la faz de algún Dios. Pero las buenas noticias, como siempre, lo habían abandonado y esta vez definitivamente.
Consiguió de la vidente M saber que, en sus vidas anteriores, también tomó malas decisiones. Abandonó a su Rey durante la Primera Cruzada por una colitis abrumadora, dejó a Alejandro de Macedonia para seguir con Aristóteles estudiando la Metafísica, uno de los errores más grandes del griego, dejó los estudios con Einstein porque criticó su forma de sonar la quinta sonata para violín solo de Bach, escarneció a Freud durante un viaje en tren hacia Paris, le mintió a Churchill sobre el bombardeo a Coventry (lo que, incidentalmente, significaba que siempre moría bastante joven), no quiso ser comandante de la primera expedición de Colón, tuvo miedo a la hora de sacrificar un niño en Chichén y los otros sacerdotes lo castraron con una concha desafilada, en fin… errores de evaluación que se repetían hasta la remotísima era anterior a los homo sapiens sapiens.
La vidente lo miró con evidente pena, pero él no hizo caso a su gesto y justo estornudó cuando ella desnudó sus pechos sanadores, que anticipaba sanación para esta vida, las anteriores y las posteriores y, se sabe, no se puede estornudar con los ojos abiertos. Claro, un evento así ocurre una vez cada mil años. Definitivamente, Lord Marmot se consideraba con justicia un pánfilo irremediable.
2 comentarios:
¡Mala suerte!
Y buena la nuestra, por poder leer esta historia realmente divertida.
Con gente así, la única suerte posible, es la mala, como le sucedió a Homero, sin ir más lejos...
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