Cierta noche, cuando el escritor llegó cansado de un día repleto de nuevos apuntes para su próxima obra, una llamada telefónica le anunció que debía terminar rápidamente la obra, si no, no la publicarían.Luego se cortar y tirar el teléfono sobre la cama, se encontró con una sorpresa en su mesita de luz: Una de las novelas que por la noche leía, había crecido de volumen.Sorprendido, se acercó tirando su bolso sobre el escritorio mezclando los nuevos borradores con aquellos que se apilaban allí. Tomó el libro entre sus manos y lo abrió. Se dio cuenta de que se habían agregado más de 20 capítulos nuevos y la tipogorafía había crecido de tamaño.Sin darle mucha importancia, dejó el libro en su lugar y se recostó para dormir hasta el próximo día.Durante la noche, se levanto aturdido por alguna pesadilla, camino al baño, bajó la tapa del inodoro y se miró al espejo. Pero no observaba su rostro, sino que allí estaban pegadas las hojas de la novela, del aquel libro que ahora habían crecido a un más, a un tamaño impensado.Se acercó a tomar una, la quitó, pero abajo había más... Asustado, corrió a la cocina, tomó los fósforos pensando que lo mejor sería quemarlo con todo lo que haya alredor. Tomó todas las hojas, el libro que ahora pesaba varios kilos y los depositó en la ducha, allí tiró el primer fosforo... el segundo, el tercero. Sin darse cuenta, también habría arrojado al fuego todos loso borradores del su propia obra, pero ya no interesaba nada, nada de nada, solamente el fuego que acabara con su maldición. Cuando la última hoja se apagó, observó que en el espejo había quedado una hoja, un pequeño trozo de papel... Lo tomó entre sus manos y allí leyó claramente las tres letras "FIN". El papel fue desvaneciendose con las primeros rayos del sol quien sabiamente iluminó con mas fuerza la mesita de luz. Observó que en su escritorio ya no estaban más los borradores, pero en la mesita de luz había algo nuevo: su libro estaba terminado.
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