miércoles, 16 de febrero de 2011

Acorde perfecto – Héctor Ranea


En el pequeño coro de la capilla, allá arriba, estábamos los tres, el rengo César con el violín, la jovencísima Ana al órgano positivo y yo.
—Dame el La —dijo César a Ana.
Un seductor La resonó en la iglesia dejando una atmósfera dulce. A continuación, César probó el unísono con su violín, pero antes de que terminara la reverberación, dijo:
—Dame el Fa.
Ana lo miró cómplice y sonó dicha nota, que con el La anterior parecían casarse de bastante mala manera, aunque feneció al instante.
Por su parte, César ensayó el Mi bemol de la misma octava e, inmediatamente, tocó el Mi. El cura, allá abajo, se sorprendió primero, luego corrió, ante la sorpresa de los fieles, hacia la puerta de entrada al coro pero ésta estaba trabada por dentro. Uno de los vitrales comenzó a dar una llama verdadera que salía de la parrilla de San Lorenzo. La llama creció. El cura se desesperó allá abajo. César y Ana parecían amarse apasionadamente tocando el Mi contra Fa perfecto. Un crujido en la pequeña nave preanunció el derrumbe. Mi hora había llegado. Entré en varios de los fieles. Cada vez que me dejan el “diabolus in musica” aprovecho. No seré el diablo, pero qué me importa si a mí lo que me interesa es la sangre.

3 comentarios:

Javier López dijo...

¿Eso es un tritono diabolus?
Dicen que en la Edad Media se prohibió la nota "Si", que en música se llama "sensible", cuando la escala la de Do Mayor. Y era por ese efecto de tritono diabólico que se producía en algunas escalas y acordes. Yo lo uso mucho, aunque sea para fastidiar.
Espero que el diablo no venga a por mi sangre...

Ogui dijo...

Diabolus in musica, sí. Efectivamente. Pero en este caso ni el Diablo les tocó a los pobres... diablos. Doy fe.

Javier López dijo...

Su próximo relato podría versar sobre la quinta del lobo :)