miércoles, 19 de enero de 2011

El dragón a la mesa – Héctor Ranea


Desde que comía escabeche de dragón para el desayuno, había tenido cuidado de no dejar entrar las espinas de la bondiola. No eran muy grandes porque los cocineros usaban dragones terneras para ese platillo. Más cuidado, sin embargo, merecían los filetes de espada de dragón. Delicioso plato, pero peligroso.
La espada de dragón no era precisamente un arma, aunque los dragones la blandían como tal en ciertas ocasiones que tampoco podrían considerarse batallas, aunque algunas veces perdían la vida en esas refriegas.
La dieta draconiana no era la más sana para la gente, pero supimos sacar de necesidad virtud y, ante la escasez de guano de culebra debimos recurrir a los dragones para proveernos de vitaminas con niveles aceptables para la alimentación humana. En efecto, por entonces, conseguir un bocadillo de guano era prohibitivo, mientras que dragones abundaban.
Eso sí. La espada de dragón se había convertido en el plato no digamos nacional, pero sí uno muy buscado. El problema es que el dragón conserva sus propiedades intactas y la espada puede ser peligrosa si no se ingiere con cuidado. Llevársela a la boca sin ninguna salvaguardia puede ser nefasto y por eso se aconseja comer primero escabeche como para ir tomándole la maña a la contingencia.
Pero cuando una espina rayaba la encía, los problemas no se hacían esperar. O más bien, esperaban una semana al máximo y se manifestaban de mala manera. Por eso el escabeche debía ser preparado por gente sabia, el pH debía ser controlado con precisión, los metales debían extraerse con cuidado y, sobre todo, no dejar ninguna espina ni rastro de tendones. Cuando a pesar de todo ocurría el accidente, entonces ya podían prepararse para el resto. Y no era fácil.
Sobre todo, dolía sufrir el escarnio. Los paladares se convertían en llamas, la gente se reía. Y a uno, convirtiéndose en dragón, la única cosa que le quedaba era odiarlos hasta la médula. Pero el odio duraba poco ya que lo carneaban de juvenil. A menos, claro, que lo conservasen a uno para que desarrolle la espada.
En fin. Cosas del equilibrio ecológico.

Sobre el autor: Héctor Ranea

14 comentarios:

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Y conste que soy enemigo declarado de los cuentos de dragones. Pero este me pudo, juro que me pudo. Usted le saca jugo a las piedras, don Ranea.

Ogui dijo...

Es que cuando hay hambre, Don Gaut, no hay dragones duros... es así. Como dice la vieja canción, a medida que pasa el tiempo, lo que funciona son las cosas fundamentales de la vida... ¡y en eso estamos!

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Yo creo que la gran disyuntiva vital, la que si logramos resolver definirá qué es y dónde está la Piedra Angular del universo, cómo funciona y en qué nos afecta, es la siguiente: ¿el dragón de Monterroso o el escarabajo de Kafka? ¿Cómo que el de Monterroso era un dinosaurio y no un dragón? No me vengan con zonceras. Todo el mundo sabe que donde Monterroso puso "dinosaurio" en realidad quiso poner "dragón". Y a propósito de todo y de algo: ¿a qué venía yo con esto de la disyuntiva? Uf.

Javier López dijo...

"El problema es que el dragón conserva sus propiedades intactas y la espada puede ser peligrosa si no se ingiere con cuidado. Llevársela a la boca sin ninguna salvaguardia puede ser nefasto y por eso se aconseja comer primero escabeche como para ir tomándole la maña a la contingencia".

Ahi me llegó el éxtasis, D. Ogui.
Y eso que también huyo de dragones y esa clase de mitologías, tierras medias o medias tierras. Pero este relato, y su ingenio, me convirtieron en adepto.

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

¡No, Javi! No lo hagas. Yo te salvaré del mal. Los dragones le pudren la sesera a la gente y le dejan la materia gris tan reblandecida y repugnante que ni los zombis quieren comerla luego. Todo lo que dije de los dragones es mentira. Déjalo a Ogui en el error y que salve su alma armando esqueletos de dinosaurios en el jardín, si quiere, si puede, pero tú no te hagas adepto de esa secta maldita porque te necesitamos entero para la gran aventura...

Javier López dijo...

Jajajaja, prometo que si me encuentro con otro relato de dragones, sólo miraré de reojo.
Tomo en cuenta lo de armar dinosaurios en el jardín. Las ganas no me faltan: sólo necesito una casa con jardín.
Por lo demás, me uno a la aventura, sea cual sea esa gran aventura...

Ogui dijo...

Podrán armar un dinosaurio o un escarabajo en el jardín para resolver la enigmática aporía de Gaut, pero la verdad no va a superar a la realidad ni viceversa, que no viene al caso pero igual da.
Donde hay dragones, dice el verso, no hay pan duro. Lo cual es cierto, porque se lo comen tostadito, con mofletes de cachorros humanos. Pero si se tiene la receta correcta, el ímpetu requerido, los dragones forman una buena opción para la mesa.
Y ahí dejan de ser literatura o drama, pasan a ser meros cocodrilos o yacarés, animales comidos. Eso. Los comemos y listo.
Con las cucarachas es diferente. Las cucarachas comen de todo, entre ello, cadáveres de lombrices y eso complica todo, pero es motivo de otra historia natural que aún no ha sido escrita. Y otra receta... ¡claro!

El Titán dijo...

la verdad me dio hambre: ya está, me voy a comer un guiso de hadas acompañado de un buen torrontés del Diablo...

Claudia Sánchez dijo...

No sé por qué de pronto me imaginé en una carnicería comprando 100 grs. de nalga de dragón para milanesas...
Me encantó el cuento Héctor!
Y a propósito del Dragón de Monterroso, Sergio... a vos también te contaron la Augusta verdad?
Saludos!

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Me alegra leer este cuento. Me ha gustado mucho.

Saludos.s

Ogui dijo...

Gracias, gente. El kilo de dragón por ahora está caro. Pero nunca se sabe...

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Bueno, caro, lo que se dice caro... Si el yacaré está a 200 pesos el kilo y los testículos de piojo a 5000 euros los cien gramos, pagar de 400 a 600 coronas por un buen peceto dracónide no me parece agio o abuso. Digo, es una opinión, que tal vez no haya que tener en cuenta porque a mi vegetariano juicio, los brócolis apestan pero con aceite de oliva y limón no se comparan con nada.

El Titán dijo...

Desde ya, usté no me va a enseñar a comer ahora. Yo solo ingiero cosas que nunca han estado vivas: rocas, algo de meteorito, agua y algún que otro pastel de plástico...
y esto no queda así: ya mismo recurro a la sociedad protectora de dragones...

Ogui dijo...

Manden dos cosas, a saber: el lugar donde se consiguen presas de dragón a ese precio regalado y recetas de papel de aluminio y plástico ensanguchadas tipo tetrabrik. Creo que podríamos hacer dragón envuelto cocinado al plasma de Xenón pulsado. Sale como los malvaviscos, seguro, pero más rico en proteínas y cosas serias.