Después de cuarenta días, Noé quiso comprobar si las aguas por fin se habían secado y soltó una paloma que tras volar durante horas regresó exhausta buscando una superficie en la cubierta donde posarse para descansar. Siete días más tarde —intuyendo ya la amenaza de un motín causado por la escasez de alimentos— volvió a soltarla confiando que encontrara tierra, pero de nuevo regresó agotada, sin ningún indicio de la bajada de las aguas. Esperó otra semana y casi sin esperanzas liberó de nuevo a la paloma. Esta vez regresó con una ramita de olivo en el pico, pero el águila la divisó en el horizonte antes que el capitán del arca y, muerta de hambre como estaba, la devoró. Al ver que no regresaba la paloma, Noé perdió la fe y se arrojó por la borda. Extendida la noticia entre la tripulación, su familia fue devorada por los animales poco antes de encallar en tierra firme. Más tarde, Dios solucionó el imprevisto con un poco de barro, un par de soplos y una pequeña manipulación de las escrituras.
Tomado de Realidades para Lelos
1 comentario:
Genial Víctor, me encanta que modifiques las escrituras, y que lo hagas tan bien... sigue sigue!!!
abrazos
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