miércoles, 27 de octubre de 2010

La investigación - Cat Rambo


Estábamos esperando en el andén cuando llegó nuestra única esperanza, el mimo investigador. Bajó del tren, parpadeando por la brillante luz solar. La banda de bronces tocó los movimientos de una marcha de bienvenida, algunos de nosotros tiramos nuestros sombreros al aire, abriendo y cerrando la boca como peces asfixiados.
La Sra. Klawitter, mi anciana vecina, me tocó con su mano. Había insistido en venir, pese a su mala salud, y yo la ayudaba llevándola. El polvo de su talco de lavanda caía sobre mi manga.
"¿Creés que pueda ayudar?" me dijo con sus labios. Me encogí de hombros. Silenciosamente, el tren lanzó humo y luego se fue susurrando por la vía.
El mimo pasó en medio de la multitud, mirándonos a las caras. Hizo como que sacaba un instrumento de su valija e insistió en examinarnos los oídos. Frunciendo el ceño, se paró en el centro de nosotros y abrió los brazos en un gesto de impotencia, sacudiendo la cabeza. Nosotros también nos encogimos de hombros.Se bajó del andén.
Lo seguimos de puntillas, sin ninguna razón. El mimo recorrió la calle, notando las grietas sin palabras de la acera, los tranquilos patrones de la hierba brotando alrededor de los árboles. Señaló a un pájaro que abría y cerraba el pico sin producir una nota y nuevamente abrió sus brazos con elocuencia. Hizo un gesto como de olas llegando a una orilla y se colocó una mano en la oreja, con el ceño fruncido, incapaz de oírlas. Asentimos.
El mimo se detuvo, se agachó, levantó una roca invisible. La señora Klawitter me agarró con más fuerza. Un gato apareció desde un porche y rozó los tobillos del mimo, sus flancos vibrando con la fuerza de sus ronroneos.
Encima nuestro, una gaviota inarticulada se deslizaba, el viento empujaba las nubes.Un periódico desechado pasó volando, silenciosamente enrollándose y desenrollándose en la brisa. El titula pregonaba con letras a todo volumen: LA CIUDAD SIN SONIDO — LOS EXPERTOS ESTÁN DESCONCERTADOS.
El mimo se detuvo a acariciar al gato y se sentó, llevando sus manos a sus sienes, haciendo como si pensara profundamente. Inútilmente tratábamos de oír y seguíamos conteniendo la respiración.
La Sra. Klawitter fue la primera en caer, su rostro de un delicado tono azul ceniza.Y a medida que los otros comenzaron a desmoronarse, me di cuenta de que había privaciones peores que la ausencia de sonido.

(Traducción de Saurio)

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