miércoles, 23 de junio de 2010

Los vencejos - Paulus Deluca


Los vencejos
-Agonías de domingo-

–¡Ya sabía yo que alguien habría en esta ciudad que se levantara temprano a servir cafés..! Uno con leche, por favor… o dos hostias, lo que antes me caliente.
Tras la barra, un hombre flaco enarca una ceja y aparenta dudar un instante. Acto seguido, coloca un platillo, un sobre de azúcar y una cucharilla frente a mí y sonríe amablemente.
A lo lejos, sobre los campos aún dormidos, una bandada dominguera de vencejos maniobra mientras el flaco sonríe con el colador de la cafetera en la mano cuando le digo que aún quedan revoluciones posibles, como la de levantarse voluntariamente y con el alba un domingo y así, para fastidiar al sistema, ponerse a trabajar.
– ¿A usted le parece? –me dice con gesto de burla mientras calienta la leche. Le respondo con los labios fruncidos, señalo hacia los campos y me apropio del periódico.
–Es fantástico verlos volar, ¿no?
–Es muy curioso… si parece que hayan salido a dibujar…
–Y fíjese –me dice mientras busca mi mirada de aprobación o rechazo del croissant que me señala con las pinzas–, que van toditos a una –asiento con un cabeceo–: De repente van y no sé cuántos miles de pájaros habrá ahí, pero ya ve, de repente, todos para un lado, luego para el otro…
–Como un grupo de danza –digo mientras descuerno el bollo y lo sopo en el café –, como movidos por control remoto.
–Como una gran cometa –responde y me vuelve la espalda indicando que esa es toda la conversación que corresponde a un café con leche.
Y ahí me quedo, acodado en la barra, mirando a través de los cristales hacia esos campos que aún en parte verdean. Lentamente y a medida que el sol se desparrama por las lomadas y calienta el aire, los vencejos toman altura como lo hacen todo: de forma aparentemente automática, de golpe y sin explicación ni aviso…
–¡Cómo se parecen a nosotros! –pienso mientras hojeo el periódico y descubro en cada página rastros sutiles de ese vuelo coordinado, tácito y unánime en las noticias, la publicidad y en los juicios de valor que las condicionan: Anuncios, fluctuaciones bursátiles, decisiones gubernamentales, la moda de los anuncios… hasta las corrientes contraculturales, subversivas y disidentes.
Quizá porque los átomos de que estamos hechos salieron un día del mismo pegote de arcilla, nuestra percepción, nuestra experiencia, nuestro juicio y nuestro vuelo sea, para un ojo profano como el mío, igual de gregario, de caprichoso e imprevisible, de automático y unánime que el de esa bandada vocinglera de vencejos que contrayéndose, expandiéndose y dibujando en el aire desaparecen cielo arriba hacia la misma hora en que una ciudad dormida y resacosa, malfollada, intransigente y con delirios de grandeza despega los ojos y, todos a una, como si sus habitantes estuvieran unidos por hilos invisibles en una gran cometa, despotrican contra el día de mañana y esa rutina que obsesiva y vorazmente engulle implacablemente sus vidas...

─No hay fuga posible de las cárceles del sol.

Extraído de: http://paulus-de-best.blogspot.com/

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