martes, 15 de junio de 2010

Fabricando ídolos en tubos de vidrio – Sergio Gaut vel Hartman


Año 2019. Desde el estrepitoso fracaso en el Mundial de 2014, disputado en tierras cariocas, cuando un casi inexistente Uruguay lo goleó 7-0 en el partido inaugural y lo condenó a no pasar a la segunda ronda, Brasil perdió sistemáticamente todos los partidos que disputó y sus jugadores no han podido marcar un solo gol en casi cuarenta encuentros. Los mejores resultados del seleccionado que supo ganar cinco copas del Mundo en ese período, fueron sendos empates en cero ante Filipinas y Palau durante la disputa de un cuadrangular en Tokyo, destinado a levantar el alicaído ánimo carioca. En el tercer partido del torneo, Brasil había sido vencido por Japón con un rotundo 4-0. Los macumberos y chamanes ya no sabían qué hacer. Se habían enviado vírgenes al corazón del Amazonas para obtener el guarijabay, la flor mágica que corta los fracasos. Se había apelado a genios de la informática que prepararon programas de idealización y optimización de recursos. Se habían reunido simposios de cantantes, poetas, músicos, arquitectos, dibujantes, escritores y cineastas, imaginando que en el caldero humeante de sus caletres podría hallarse una salida. Nada. El pueblo brasileño, deprimido, había visto descender la producción de las fábricas, las mujeres y los hombres desinteresados de la vida habían dejado de hacer el amor y ni siquiera por obligación, para no convertir al país en poco tiempo en un gigantesco geriátrico, los matrimonios lograban concebir un hijo. El sufrimiento había pasado a ser el signo. Colmo de colmos, algo jamás visto en el país, y con eso la suerte quedó echada: en 2020 no habría carnaval...
La única luz de esperanza la encendieron un par de periodistas deportivos, quienes idearon, prepararon y ejecutaron un audaz golpe de mano que consistía en contratar a los tres mayores genetistas del mundo, proporcionarles un laboratorio secreto equipado con los últimos adelantos en materia de clonación y conseguir una variedad de células de Diego Maradona, a quien secuestraron durante algunas horas en su palacio de Villa Fiorito, tras ingresar con la excusa de que Brasil adoraba al técnico que había llevado a la Argentina al tricampeonato mundial tras vencer en las copas de 2010, 2014 y 2018 y deseaban hacerle una entrevista.
Los periodistas en cuestión terminaron presos luego del escándalo mayúsculo que produjo en el ánimo de cariocas, paulistas y gaúchos la noticia de que un holdiario había osado pasar el reportaje al somnoliento técnico argentino.
Pero los genetistas, entusiasmados, siguieron adelante, y el 28 de diciembre de 2020 tenían tres clones de Maradona, perfectamente operativos y listos para ser sometidos a un proceso de crecimiento rápido. Los científicos, que no entendían nada de fútbol, eran capaces, sin embargo, de imaginar a un Maradona de enganche y dos Maradonas de punta, recursos más que suficientes para devolver a Brasil al sendero de la gloria en los campos de juego.
Pero el destino del país estaba sellado. Maradona 2 prefirió estudiar danzas clásicas, Maradona 3 se dedicó a experimentar con cuanta sustancia de diseño salía de los laboratorios de Burbank, Zürich y Dusseldorf y Maradona 4 entró al circo Burling Brothers y terminó siendo la estrella del espectáculo como Bachicha, el payaso equilibrista. 

No hay comentarios.: