martes, 6 de abril de 2010

La sentencia - Daniel Antokoletz


Soy el único hombre sobre la Tierra. ¿Cómo llegué a esto?
La violencia del mundo aumentaba de manera exponencial y yo nunca me quedo atrás cuando alguien me desafía. Así que conocí muchas cárceles, Devoto, Batán, Caseros. En esos lugares, lejos de reformarme, aprendí nuevos métodos, nuevas técnicas. La primera vez fue por hurto. En prisión me cultivé: supe que la ganancia es poca si uno espera a que se dé la oportunidad; hay que buscarla, provocarla. Conseguí un arma, obsequio de un ex-compañero de celda. Me dediqué a asaltar tacheros. Me iba bastante bien, hasta que la cana, me tendió una trampa... Caí como un tonto. Lo poco que había hablado con el tachero, antes de asaltarlo, me hizo sospechar. Cuando lo encañoné, se dio a conocer como botón y me mostró un bufoso que me dejó frío. Jamás maté a nadie y jamás me apuntaron con un arma. Me entregué enseguida. Esta vez aprendí que no debía realizar pequeñas operaciones muy seguidas, era fácil de localizar, de rastrear. Cuando salí, nos dedicamos a planear y asaltar camiones blindados. Desgraciadamente allí teníamos que bajar a algunos polis nerviosos que se empeñaban en proteger lo imposible.
La jaula, para mí, era mi segundo hogar... o el primero, no estoy seguro. Tenía buenos amigos, también terribles enemigos. Yo me quejaba de esos terribles días que tenía que pasar en la "solitaria" por pequeños ajustes de cuenta. Me acuerdo del "Manija", lo llamábamos así porque tenía amigos en todos lados, en la yuta, en otras cárceles, y controlaba un poco la prisión. Si necesitabas algo, él lo conseguía. También estaba "Bronco" era un buen amigo con su enorme corpachón que nos protegía si teníamos problemas con algún pesado.
Ahora estoy solo, soy el único ser humano que vive en este planeta. Estoy desesperado por poder hablar con alguien, por saber que alguien se interesa por mí. Recuerdo que tuve una idea brillante y logramos fugarnos. Luego de diez años adentro, todo había cambiado bastante. En un mes planeamos un robo a un blindado. Fue bastante fácil realizar ese primer golpe, casi no tuvimos resistencia, pero en pocos segundos nos cayeron encima como moscas. Nos paralizaron en el momento, reí cuando me metieron nuevamente adentro. Aprendieron... esos malditos cretinos aprendieron. En cambio yo, ya no puedo aprender nuevas cosas. No puedo fugarme de la cárcel, no puedo hablar con nadie. Estoy solo. Recibí la sentencia más terrible que puede recibir un ser humano. Estoy perpetuamente solo. La computadora no se equivoca y el pleistoceno es condenadamente largo como para poner a dos personas en el mismo tiempo.

No hay comentarios.: