La colección otoño-invierno de la famosa pareja de diseñadores estaba siendo el comentario más extendido durante los días previos al desfile en la sección de moda de todos los periódicos y revistas especializadas. Se rumoreaba que este año daría la campanada con un novedoso diseño que, sin duda, sería referencia obligada de la moda internacional a partir de entonces. Se trataba del secreto mejor guardado por los diseñadores. Todo el mundo esperaba con ansiedad la hora del desfile.
Las modelos desfilaban luciendo trajes más o menos originales, más o menos vistosos, más o menos elegantes. Tan sólo era el preámbulo al diseño tan esperado. Medios de comunicación de todo el mundo mantenían abiertas sus líneas para dar testimonio en directo de la que iba a ser la noticia del siglo.
Cambió la música. Con la sala a oscuras, el cañón de luz enfocó el logotipo de la pared que servía de entrada para las modelos. Sobre la pasarela apareció, por fin, la top model internacional caminando lentamente y luciendo sobre su cuerpo una simple gasa transparente desde el cuello hasta los tobillos y abotonada sobre el hombro izquierdo. “El diseño definitivo”, “la simplicidad hecha arte”, “el Modelo, con mayúsculas”… La ovación no dejó de escucharse durante todo el recorrido de la modelo por entre las bombillas de colores de la pasarela. Los críticos de moda se afanaban en buscar el adjetivo que resumiera aquella maravilla que acababa de conmocionar a todos los presentes. A todos menos a un joven periodista, becario de un periódico local, quien afirmó:
—Pero si va desnuda…
El recuerdo de un cuento de la infancia dejó mudo a más de uno.
Tomado de: http://masclaroagua.blogspot.com/
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