domingo, 20 de diciembre de 2009

El atropello - Víctor Lorenzo Cinca


Aquella noche le costaba conciliar el sueño. El calor era pegajoso y el silencio insoportable. Cansado de dar vueltas entre las sábanas, se levantó bruscamente de la cama y se acercó a la ventana. Le sorprendió ver a un tipo deambulando por las calles a esas horas de la madrugada y, tras alcanzar un cigarrillo de la mesita de noche, se apoyó en el alféizar para observar con calma sus movimientos. Aunque su silueta le resultaba familiar, no podía distinguirlo con nitidez. Los cuatro pisos que les separaban y la mala iluminación del barrio impedían que pudiera reconocerlo. El tipo parecía desorientado. O ligeramente borracho. Miraba a un lado y otro de la calle, como buscando algo. Entre calada y calada descartó que se tratara de un ladrón, pues no había ningún coche aparcado en la calzada peatonal. Vio cómo, tambaleándose, cruzaba la calle sin dejar de observar por todas partes, girándose a cada paso, intentando hallar algo que, por lo visto, no aparecía por ningún lado. El chirrido de unos neumáticos, acompañado del estruendo de un motor demasiado revolucionado, rompió el silencio. Desde la ventana pudo ver cómo un coche doblaba la esquina a toda velocidad y se abalanzaba contra el tipo de la calle, que no parecía darse cuenta de lo que sucedía, ensimismado en su búsqueda. Intentó alertarlo con un grito, cuidado, apártate, pero fue inútil. El vehículo arrolló su cuerpo, que quedó tendido bajo las ruedas, inmóvil. Bajó los cuatro pisos apresuradamente, sin pensarlo, con la esperanza de proporcionar algo de ayuda al accidentado, o por lo menos, identificar al conductor del vehículo. Salió del portal y encontró la calle desierta. Ni rastro del coche. Tampoco de la víctima. Absorto, miró a un lado y otro de la calle; atravesó la calzada y se situó en la acera opuesta. No había huellas de neumáticos ni manchas de sangre. Recorrió con la vista el asfalto, sabiendo que no encontraría lo que buscaba. Cruzó de nuevo la calle para regresar a su casa, cabizbajo, atemorizado. No supo qué había ocurrido hasta que escuchó en lo alto del edificio una voz de alerta, cuidado, apártate, pero ya fue demasiado tarde.

(Publicado en La Bultra, nº 1)
Tomado de Realidades para Lelos

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