La ficha de Lucrecia Mortellini estaba desolada.
—¿Viste lo que le pasó a Lucía Bormann?
—Ni idea —respondió Julieta Cantero, fresca como un pimpollo.
—Se ve que sos nueva —dijo Lucrecia.
—¿Eso que tiene que ver?
—¿No sabés lo que pasa con nosotras después de algún tiempo de tratamiento?
Julieta se retorció para negar de un modo enfático. No sólo no sabía: tampoco le importaba.
—La irresponsabilidad juvenil —terció Gabriela Achával, que para meterse en las conversaciones ajenas era mandada a hacer.
—No te dimos vela en este entierro —protestó Lucrecia—. ¿Por qué no te ocupás de tus cosas?
—Sos una amargada. Y veo que estás jugando con la chica. ¿Por qué no le decís la verdad?
—Eh, esperen —dijo Julieta—, me están asustando. ¿Qué te hacen después de algún tiempo de tratamiento?
Las fichas de Lucrecia Mortellini y Gabriela Achával se miraron y tras unos segundos de vacilación, dijeron a dúo:
—Te archivan, nena, te archivan. Y del archivo es difícil que te saquen alguna vez.
3 comentarios:
Muy bueno el cuento.
Un saludo,
Héctor Gomis
http://uncuentoalasemana.blogspot.com
Realmente bueno, Sergio.
Sigue la saga de las fichas. Ya tengo dos más...
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