El paisaje es gris; un camino largo que parece llevar al fin del mundo. La joven rubia avanza sobre una bicicleta. De su cabeza caen recuerdos, algunos innecesarios. Los recuerdos, al caer, estallan como huevos sobre la sartén. La chica es Alicia. Voltea y se despide con una sonrisa de los fragmentos de pasado que chisporrotean sobre el pavimento. Se detiene. Baja de la bicicleta y la acomoda sobre un pedazo de presente. Luego se aproxima para ver cómo hierven esos despojos de tiempo.
Mira con detenimiento, una tranquilidad dibuja la sonrisa en su rostro. Sus cabellos sostienen el cielo para que las langostas de rizos azules tengan un sitio para crecer. De sus ojos brotan naipes que se hunden en las costillas de los arbustos. Un conejo locuaz la saluda desde un ramo de nubes.
Alicia regresa al lugar donde dejó la bicicleta y sube a ella. Continúa su marcha por ese camino tan largo que parece conducir al fin del mundo.
Ahora todo queda en silencio como si el mundo fuera un ajo.
El felino despierta. Ve el cuerpo de una joven sobre el sofá; más allá la cabeza con los ojos muy abiertos y azules; los cabellos rubios son ríos de lava amarilla sobre la isla rojiza, brillante. El Gato de Yorkshire ronronea y desaparece; luego se materializa, se acomoda sobre la ventana y continúa soñando.
Tomado de: http://rojanota.blogspot.com/
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