sábado, 19 de septiembre de 2009

Entropía y galletas – José Vicente Ortuño


Abrió la puerta del frigorífico. Una vaharada de aire cálido y putrefacto le golpeó el rostro. Boqueó como un pescado fuera del agua cuando el contenido de su estómago intentó darse a la fuga. Cerró el inútil electrodoméstico. Corrió hasta la ventana de la cocina dando traspiés, la abrió de par en par y respiró hondo el aire fresco de la mañana hasta que el estómago recuperó su compostura. Pensó que el refrigerador debía de haberse averiado durante la noche, aunque le resultó extraño que el contenido se hubiese podrido tan deprisa.

Una vez repuesto volvió a sentir hambre. Abrió la despensa. Las latas y paquetes allí almacenados se habían transformado en un montón confuso de envoltorios degradados, ya fuesen de cartón, plástico o metal, de los que se derramaba los restos putrefactos de los productos que habían contenido. Sobre un anaquel en la cocina estaba su lata de galletas favorita, misteriosamente intacta, aunque en su interior sólo quedaba un sustrato harinoso en el que retozaban unos gusanos pálidos, que le hicieron sentir nauseas de nuevo.

Vagó por la casa abriendo y cerrando puertas, armarios, cajones… Todo estaba igualmente descompuesto. La ropa eran sólo jirones cenicientos colgando de las perchas. Los zapatos, dependiendo del material del que estuviesen hechos, eran montones de polvo o negras masas gelatinosas. Los objetos metálicos estaban muy oxidados o convertidos en montones de óxido, que apenas conservaban su forma original. El vidrio se había convertido en brillante arena. El papel era quebradizo y se convertía en polvo al tocarlo.

Estaba muy confuso. No lograba hallar una explicación a todo aquello. Se sentó frente al televisor y tomó el mando a distancia, pero lo soltó al instante con asco. Del receptáculo de las baterías salía un fluido viscoso. Entonces una idea pasó por su mente. Recorrió el salón abriendo cajones y armarios. Sí, eso era. ¡Todo lo que se hallaba encerrado en algún lugar se había corrompido o convertido en polvo! Aterrorizado huyó de su casa. Sólo cuando las puertas del ascensor se cerraban, se dio cuenta de que éste era también un lugar cerrado…

1 comentario:

Víctor dijo...

Me gustó, José Vicente. Tienes razón, o nos toca el aire, y salimos de lugares cerrados, o nos alcanza la putrefacción.

Saludos lelos!!!