miércoles, 12 de agosto de 2009

Libertad de los acontecimientos - Saurio


Una última pregunta: ¿Es Ud. homosexual?
Recuerdo una vez, cuando era joven, que me crucé con un niño, de no más de seis años, montado sobre un triciclo, gritando: "¡Viva la Patria! ¡Viva la Patria!". Fue en ese momento que comprendí que hay vectores que llevan a las cosas a moverse y a estar en determinado sitio en un mismo instante de tiempo para conservar la perfecta armonía geométrica del lugar.
Ud. me oculta información.
Ciertamente. También lloré por la muerte de mi padre, no por tristeza sino porque me sentía obligado a sentir tristeza, porque tenía la tristeza de querer y no poder tener tristeza por la muerte de mi padre, porque me embargaba la tristeza de no ver señales de tristeza en mi madre y mis hermanos, porque fluía la tristeza en gruesas gotas de mis ojos, gotas amargas como la miel, gotas pegajosas, gotas ambarinas, gotas con olor acético, y de mi boca caía una baba verde, de mi boca caía una baba roja...
¿Cuántos años tiene Ud.?
Diecisiete el mes que viene, señor.
¿Y no le parece que es hora que me confiese la verdad?
En ningún momento he faltado a la verdad. Tampoco he mentido. Simplemente, y usted lo sabe bien, me dediqué a manipular ciertas variables para acomodar la realidad a mis deseos. Nada que esté prohibido por la ley, dicho sea de paso.
Sin embargo, el 24 de Noviembre Ud. me aseguró que, durante los sucesos que nos interesan, se encontraba duchándose en la casa del señor Dentaku.
Por supuesto. No siempre tiene uno la desgracia de cruzarse con trece gatos negros simultáneamente. Así que corrí. Tampoco es un crimen tomar té de menta mientras se escucha a los Rolling Stones.
¡Vamos! ¡Si los relojes se la pasan suspirando en los rincones!
Una noche mi padre me dijo: "Hay más misterios en tus dientes que sabiduría en lo que lees". Pero no le hice caso y aquí me ve, picado de viruelas y con siete hijos.
Entonces no me queda más remedio que recordar la paradoja del Infierno, que dice que si el masoquismo es una perversión sexual y las perversiones sexuales son pecados mortales y los pecados mortales se castigan con las llamas del Infierno, y si la esencia de los masoquistas es ser castigado, entonces resulta que el Infierno más que un castigo es un premio, por lo tanto los masoquistas deberían ser condenados al ir al Paraíso.
Yo amaba a aquel pez. Lo llevaba siempre a pasear conmigo, con una correa de seda natural. Pero se murió de sed. Y yo no supe qué decir. En realidad, sí supe. Pero no lo dije. Y ese silencio me resultó fatal. Porque aquella noche, cuando Madame Edouarda me preguntó dónde quedaba la ciudad de Abidjain yo lo único que atiné a contestar fue: "En Costa de Marfil". Y luego me puse a llorar, no por tristeza sino porque me sentía obligado a sentir tristeza, porque tenía la tristeza de querer y no poder tener tristeza por la muerte de mi pez, porque me embargaba la tristeza de no ver señales de tristeza en Madame Edouarda y sus bellas hijas, Yvette e Yvanna, porque fluía la tristeza en gruesas gotas de mis ojos, gotas dulces como la bilis, gotas pegajosas, gotas cerúleas, gotas con olor nítrico, y de mi boca caía una baba naranja, de mi boca caía una baba violeta...
Dígame, ¿cuántos años tiene usted?
Veintinueve el mes que viene, señor.
¿Y no le parece hora que me confiese la verdad?
Son simplemente las siete y cuarto. A las ocho y veinticinco se pondrá el sol y entonces se hará de noche.
Ah. Pero entonces, ¿no fue usted quien asesinó salvajemente a Sir Thomas Baskett, esq.?
Yo creo que es una injusticia negarle un sandwich de sardinas a un beduino. Más aún, deberían agregarle más sal a los ojos y a los labios, o si no todo será en vano. Porque, y usted bien lo sabe, cuando los perros se huelen las colas están buscando al que se tiró un pedo en la casa de Dios, tarea infructuosa ya que el olor provenía del hocico de uno de ellos, que había comido carroña durante la peregrinación. Por eso, el que se acuesta con viejas amanece jubilado.
¡Hijo!
¡Padre!
Una última pregunta: ¿Es Ud. homosexual?
Yo he visto a un caballo fornicando con una mujer,yo he visto a una oveja saltar sobre un arroyo, yo he visto salir la luna siete veces en la misma noche. Pero jamás he visto a los perros orinar en el jardín del viejo Buda.
Sin embargo, el 17 de Enero Ud. me aseguró que, durante los sucesos que nos interesan, se encontraba afeitándose en la casa de la señora Kalajiné.
Siempre te amé, Natalia, y tú bien lo sabes. Nunca te oculté lo que yo sentía por ti. Entonces, ¿Por qué te has casado con Nicolás Montalbán?
¡Acá las preguntas las hago yo!
¡Hijo!
¡Padre!

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