Después de muchos siglos de progreso material, el hombre pensó que las filmadoras y las cinematecas le quitaban tiempo en su trabajo y determinó que las computadoras se encargaran del cine, lo realizaran y distribuyeran directamente a sus hogares. Pensó que la pintura y la escultura constituían un desperdicio de horas útiles y decidió que la cibernética se encargara del asunto. Pensó también que la historia y la literatura ocupaban en el cerebro del hombre un espacio que podían llenar otros conocimientos menos esquemáticos y dispuso que la Central Ordenadora los guardara. Y como demostró que la música y el deporte le restaban tiempo y energías en exceso, encomendó a los androides la producción de ritmos y los colocó en los campos en lugar de deportistas.
Poco tiempo después se dio cuenta que no caminaba como antes y que sus visitas al hojalatero y la compra de aceites lubricantes eran cada vez más frecuentes.
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