jueves, 25 de junio de 2009

Campo abonado - Jorge X. Antares


Stephen estaba prisionero desde hacía una eternidad. El campo de concentración se había convertido en su hogar desde que su avión fuera derribado. Al principio intentó escapar pero descubrió que era prácticamente imposible atravesar esas paredes de grueso granito. Abatido por su impotencia, al poco, olvidó sus intentos de fuga e intentó vivir lo mejor posible dentro de las circunstancias. Descubrió que el director del campo, el coronel Wilhem, en el fondo no era mala persona. Incluso llegaron a entablar una creciente amistad debido a una afición común: A ambos les apasionaba la literatura, sobre todo la de anticipación y fantasía. El descubrimiento de esto, como son la mayoría, fue por casualidad. Un día, Stephen se fijó en un libro que sobresalía de uno de los bolsillos del coronel. Acuciado por la curiosidad, se acercó a ver de qué titulo se trataba. Wilhem se dio cuenta, sacó el libro de su bolsillo y se lo mostró. Stephen comentó que no era una mala historia, pero que le gustaba más la continuación. Desde entonces Stephen y Wilhem, siempre que podían, se reunían a hablar de su afición.
—Stephen, tenía razón. La continuación era mejor. Parece que vaya a haber una tercera parte ¿No cree?
—Efectivamente, coronel. Hay una tercera parte. Incluso hay más. Hasta siete.
—Me deja sorprendido. Es una pena que por el tema de la guerra no tenga acceso a ellas.
Stephen se quedó un momento pensativo. Veía en el coronel un alma gemela que, como él, se apasionaba por ese tipo de literatura. De pronto se le ocurrió una loca idea.
—Coronel, tal vez haya una solución. Yo he leído esos libros y me acuerdo perfectamente de lo que pasaba en ellos. Si quiere me puede proporcionar papel y lápiz, y yo se los escribiré con gusto.
—¿Sería capaz de hacer eso por mí?
—Por supuesto, coronel. No se me daba mal en la universidad. Será un placer. —Los dos hombres se dieron un apretón de manos.
Al día siguiente, Wilhem trajo los materiales que Stephen necesitaba. Aparte había conseguido una mesa y una silla cómoda, y además, una pequeña sorpresa: un tocadiscos con unos cuantos discos, que casualmente, eran los preferidos del cautivo.
—Esto es un lujo —comentó Stephen.
—Privilegios de coronel. Ahora, si me disculpa, tengo que atender otros asuntos.
—No se preocupe, coronel. Esta noche tendrá su primer capítulo. —Wilhem asintió con una sonrisa y se marchó.

El coronel llegó a su despacho, cerró cuidadosamente la puerta y accionó un botón que había a un lado de la mesa. De pronto, una luz blanca llenó sus retinas...
—¿Qué tal fue todo, Wilhem ? —preguntó un hombre calvo con bata de medico.
—Muy bien. Continúa la saga. Creo que en breve tendremos otro libro del gran Stephen Kirby en las librerías. Además, me ha dicho que las historias son siete en total.
—¿Siete? ¡Qué agradable sorpresa! Soy un fan suyo. Es una gran suerte.
—Suerte es haberle encontrado. Sus técnicas de inmersión en el subconsciente han permitido que pueda llegar a su cerebro. Creímos que después del accidente de coche y el coma en el que está ahora, habíamos perdido a un genio de las letras
—Estoy deseando ver esas páginas.
—Y yo, mi buen doctor. Como editor de Stephen, no me podía permitir el lujo de perderle...

1 comentario:

Ogui dijo...

Un lujo es tener este cuento aquí!!!