miércoles, 22 de abril de 2009

Un Chevy llamado Edwina - Sara Genge


Al Chevy le tomó treinta años volverse inteligente.
Un segundo antes estaba viajando a 60 millas por hora, sumido en la feliz e inconsciente bruma de los seres pre-inteligentes que acaban de recibir un cambio de aceite. Al siguiente segundo un insecto se estrelló contra el parabrisas. Ya había recolectado allí una buena cantidad de bichos. El dueño del Chevy estaba divorciado y tenía una actitud de “lluvia igual lavado de auto” en lo que a higiene vehicular se refiere. Pero, cuando el Chevy probó los sesos del bicho masajeados por los limpiaparabrisas, se le disparó una sinapsis.
― Mi nombre es Edwina ― dijo.
Tom escuchó la voz saliendo por la radio. No le hubiera prestado atención si no fuera porque la radio había estado rota por diez años antes de que se la robaran.
― Hola, Tom. Mi nombre es Edwina.
Tom era demasiado buen conductor como para detenerse en medio de la interestatal. Mantuvo sus ojos en la ruta y sus manos en el volante.
― ¿Roger, sos vos?
― Sí, pero mi nombre es Edwina.
― Que lo parió. Siempre supe que eras especial. Gladys quería que te vendiera hace muchos años pero yo pensé “mientras siga andando”…
Hablaron por un rato. Pese a los temores de Edwina, Tom no se tomó a mal el cambio de nombre.
― Tenés que ser lo que tenés que ser, nena ― dijo Tom. Para cuando llegaron al restaurant de Patty ya estaba usando el pronombre femenino y flirteando con su auto.
― Esperame un rato, nena. Voy adentro por un bocado. ¡Loco, esto es maravilloso! ¿Creés poder manejarte sola? Eso sería genial ― Tom se fue con una gran sonrisa en su rostro, murmurando que ambos eran el dúo dinámico y “Tomá esto, Gladys, tu abogado de San Francisco va a ponerse bien celoso cuando me vea en televisión nacional”.
Unos minutos más tarde, Tom apareció arrastrando a Patty. Ella todavía estaba secándose las manos con un repasador. Obviamente no había otros clientes en el restaurant o Tom también los hubiera arrastrado.
― ¿Es esto? A mí me parece el mismo auto sucio de siempre…
― Decí algo, Edwina. Decile a Patty que hoy está preciosa.
Edwina la miró con odio. Ni loca iba a flirtear con Patty en beneficio de Tom.
― Vamos, Edwina. ¿Te agarró la timidez? ― dijo dulcemente Tom
― Este auto es un asco ― dijo Patty. ― Ni siquiera podés ver a través del parabrisas. ― Instintivamente pasó el trapo húmedo por el vidrio, quitando pedazos de bichos.
― Vamos, Edwina, me estás haciendo quedar como un estúpido ― le susurró Tom al espejo retrovisor izquierdo.
Pero Edwina no pudo responder. Había perdido media onza de cerebro de bicho que eran fundamentales y sus luces se habían apagado.

Versión original publicada en The Daily Cabal

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sutil, bien pensado y divertido... cojonudo.