Fue Bella quien mató a la Bestia
Desde el punto de vista de la muchacha, este fue un amor extraño. Había aceptado las condiciones del contrato pues necesitaba el dinero. Sabía del viaje, sabía de la isla… Pero de lo que no estaba al tanto, justamente, era de él. La primera impresión, lógica, visceral, fue de rechazo, incluso de terror profundo. Luego comenzó a comprenderlo, a aceptarlo, le tuvo compasión y, al final, lo amó. A su manera, claro, pero lo amó.
Desde el punto de vista de la bestia, lo extraño fue amar. Se trataba de un sentimiento que jamás había experimentado. Último de su especie, rey solitario de una isla donde día a día tenía que reafirmar su predominio demostrando su fuerza descomunal e inusual inteligencia, nunca imaginó que sucumbiría ante un ser tan frágil, aunque profundamente bello. Su piel blanca, su cabello rubio… No tuvo más ojos que para ella desde la primera vez que la vio.
Cautivo de este sentimiento, pronto también lo fue de los hombres que le tendieron una emboscada para arrastrarlo a un mundo de cemento y luces artificiales, y separarlo de la joven. Pero él no se quedó de brazos cruzados: arremetió contra todo aquello que se interpuso a su paso y pudo dar con ella, volver a contemplarla, acariciarla, escuchar su voz y su sonora risa.
El final de la historia ya lo conocemos: la bestia cayendo desde el Empire State hacia una muerte irremediable. Sin embargo, conocer a la hermosa muchacha —“su” muchacha—, haber sacrificado por ella hasta la propia vida, tuvo sentido. Y todo por ese sentimiento extraño, arrollador, confuso, irracional, que es el amor, y del que nadie está a salvo.
Ni siquiera las bestias.
5 comentarios:
Me ENCANTÓ,mil felicitaciones, está GENIAL.
¡Muchas gracias!
Francisco, hoy es la primera vez que entro a este blog... y me encantó tu cuento. Me conmovió. King Kong siempre me conmueve... hasta las lágrimas. Quién sabe por qué...
Francisco:
Tus cuentos me atrapan
de principo a fin...
MUY HERMOSOS...
ME ENCANTARON (EN MAYÚSCULAS)
Besotes..
Muchísimas gracias, Annie. No sabés la satisfacción que me da que alguien -a quien no conozco- diga eso de mis textos.
Profudamente agradecido, y contento.
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