La lista era larguísima. Los primeros nombres: Cristo, Newton, Batuta, Leonardo, Marco Polo, Darwin... "Entrevista con la Historia". ¡Todos los miércoles a las 22:00, por HBO! Súmese a este viaje por el tiempo. Presencie el backstage del sermón de la montaña. ¡Asista al colegio junto al joven Einstein y acompañe a León Trotzky en la revolución rusa! ¡Los más grandes hombres y mujeres de la historia, en vivo y en directo!
Sería un éxito total.
25.000 millones de dólares garantizaban la exclusiva: Diez años de uso de la primera máquina del tiempo, sólo para la cadena.
El conductor sería Murray "Rock" Fernández, el periodista capaz de contar el lado humano de los próceres. ¿Quién, si no, podría llevar a cabo la monumental tarea de adentrarse en la historia real, a bordo de la "impredecible" máquina del tiempo? Culto, ocurrente, en el límite exacto entre la juventud bisoña y la madurez incipiente. Muy pocos manejaban el oficio de Murray: La locución erudita, el reporte de arte, la nota científica. Ya había pasado la época de los profesores calvos en la tele. El espectador pide ciencia, sí, pero detesta que se la cuenten con una dentadura amarillenta o incompleta. Murray "Rock" Fernández, apolíneo y bronceado, ¡De notero de recitales a cronista de la historia!
Alguna palabra tendría que decir. No dejaría todo el diálogo con los personajes históricos en manos de sus tres asesores científicos. Así que se entrenó durante meses: griego, arameo, sánscrito... lenguas perdidas de incierta pronunciación. Pero fue un gasto inútil. Al poco tiempo de viajar se dio cuenta.
Los científicos de la cadena estaban consternados: Los forjadores de la humanidad hablaban perfecto inglés. Hammurabi también.
Encima se mostraban reacios a dejarse entrevistar por la cámara de la historia. Al cuarto intento, alguien se apiadó de Murray.
—Flaco —le dijo Siddharta, fumando una pipa que aromaba el ocaso tras el Himalaya— ustedes no fueron los que inventaron la máquina, creeme.
Y allí se fue Buda, a seguir predicando por esas tierras altas, vírgenes aún de toda televisión.
Sería un éxito total.
25.000 millones de dólares garantizaban la exclusiva: Diez años de uso de la primera máquina del tiempo, sólo para la cadena.
El conductor sería Murray "Rock" Fernández, el periodista capaz de contar el lado humano de los próceres. ¿Quién, si no, podría llevar a cabo la monumental tarea de adentrarse en la historia real, a bordo de la "impredecible" máquina del tiempo? Culto, ocurrente, en el límite exacto entre la juventud bisoña y la madurez incipiente. Muy pocos manejaban el oficio de Murray: La locución erudita, el reporte de arte, la nota científica. Ya había pasado la época de los profesores calvos en la tele. El espectador pide ciencia, sí, pero detesta que se la cuenten con una dentadura amarillenta o incompleta. Murray "Rock" Fernández, apolíneo y bronceado, ¡De notero de recitales a cronista de la historia!
Alguna palabra tendría que decir. No dejaría todo el diálogo con los personajes históricos en manos de sus tres asesores científicos. Así que se entrenó durante meses: griego, arameo, sánscrito... lenguas perdidas de incierta pronunciación. Pero fue un gasto inútil. Al poco tiempo de viajar se dio cuenta.
Los científicos de la cadena estaban consternados: Los forjadores de la humanidad hablaban perfecto inglés. Hammurabi también.
Encima se mostraban reacios a dejarse entrevistar por la cámara de la historia. Al cuarto intento, alguien se apiadó de Murray.
—Flaco —le dijo Siddharta, fumando una pipa que aromaba el ocaso tras el Himalaya— ustedes no fueron los que inventaron la máquina, creeme.
Y allí se fue Buda, a seguir predicando por esas tierras altas, vírgenes aún de toda televisión.
2 comentarios:
♥
Me encanta esta historia. Gracias.
Salud♥s
Nadie se acuerda de Catullo. Yo creo que la máquina debería ir a cuando perdió la virginidad el magno poeta romano. Y seguirle la carrera... Eso sí, no podría pasar por HBO, sino por algún codificado... Muy buena la idea y el cuento!
Publicar un comentario